
FAMILIA POLÍTICA
Los beneficiarios del sistema político, instaurado en México entre 1929 y la actualidad somos, algunos sin saberlo, muchos millones de mexicanos distribuidos en varias generaciones y estratificados en todas las clases que nuestra diversidad sociológica ha generado de manera determinista, desde la primera mitad del siglo pasado. Y digo que existen generaciones de compatriotas que ignoran (y por lo tanto reniegan) de los beneficios que les permitieron hacer realidad sus aspiraciones, legítimas o no: “Mi padre fue peón de hacienda; yo fui revolucionario; mis hijos pusieron tienda y mi nieto es funcionario”.
Hay escaleras difíciles de subir; cada sitio implica esfuerzo, sudor, lágrimas… en ocasiones esperanzas y rara vez satisfacciones equivalentes a los obstáculos que estuvieron en el camino y que lograron quitarse a fuerza de voluntad. Algunos privilegiados escalaron peldaño tras peldaño sin retroceder, ni siquiera para tomar impulso. Acostumbrados a triunfar, conquistan el más alto sitial que su vida habrá de permitirles; su vanidad les hace creer que se trata de un escalón más y no la cima que, por razones lógicas, todo mundo alcanza, aún sin saberlo. Cuando pretenden ir más allá, pueden dar pasos en falso e iniciar la decadencia: no hay más hacia arriba; ahora, todos los caminos conducen al descenso.
En esta lógica, me permito preguntar: ¿La escalera del PRI terminó para todos o solamente para algunos con espíritu perdedor? ¿El mundo de la política priísta, acostumbrado a triunfar, ahora derrota tras derrota, vive los últimos momentos de su vida para no renacer jamás, o cierra un ciclo para resurgir, como el Ave Fénix, de sus propias cenizas? ¿El resultado de las elecciones que faltan, antes de la Presidencial, marcará el fin o sembrará la semilla del renacimiento? En una lectura del actual escenario nacional y sus repeticiones estatales ¿Los políticos que reciban lo que queda del Partido, tendrán una nueva oportunidad en su carrera o serán, en el mejor de los casos, dignos enterradores y, en el peor, detestables carroñeros?… Dejo a Usted, amable lector, obtener sus propias conclusiones.
La lista de preguntas es mucho más larga que la de respuestas ¿Habrá alguien con el poder suficiente para pronunciar la milagrosa consigna: levántate y anda? ¿Se utilizarán los colores y la armadura del viejo PRI, para litigar algunas negociaciones, en las cuales, como el Cid Campeador, logre triunfos después de muerto? Cosas veredes Mío Cid.
Nunca como ahora, repercutirán a nivel nacional las elecciones locales de Coahuila y el Estado de México ¿Serán ambas, lápidas para escribir un epitafio de más de un siglo?
¿El PRI y los priístas entenderemos que frente a nosotros puede estar la “Ultima Ratio” o la oportunidad para un prodigioso renacimiento?
Desde luego, en este momento histórico, buena parte de la militancia, de pronto se da cuenta de que “ha vivido en el error”, “de que nada le debe al PRI” aunque haya recibido oportunidades para detentar cargos de elección popular o succionar la ubre generosa de la administración pública o espacios en los tres poderes. Ahora, en la decadencia, se da cuenta de que el Instituto Político de la Revolución, solo sirvió para generar millonarios “por comaladas”; que fue una gran fábrica de ladrones y corruptos… Claro: “todos lo fueron, menos mi familia y yo”.
Alguna vez dije (en una tesis de posgrado) que es indispensable que los profesionistas con licenciatura en todas las áreas del conocimiento, de manera obligatoria acrediten un curso de Derecho Constitucional, para tener, por lo menos, una breve noción de lo que es el Estado de Derecho y que, dentro de ese marco, ayuden a construir un México de instituciones.
Si lo anterior fuera mucho pedir, creo que los programas de educación básica deben enfocar con sentido crítico, en su nivel, algunos conceptos básicos de nuestra nacionalidad e identidad como mexicanos.