Dinamarca: El impacto de la crisis migratoria
- El Gobierno danés endurece sus leyes para disuadir a los solicitantes de asilo y considera traficantes de personas a quienes transporten migrantes
Desde su llegada al poder el pasado junio, el Gobierno de centro derecha ha restringido los derechos de los asilados. Ha recortado 10% las ayudas económicas y aumentó hasta los tres años el tiempo que los refugiados deben esperar para la reunificación familiar que les permitiría traerse al país a sus hijos o cónyuges. Además, aprobó en enero una ley por la cual la policía puede requisar a los refugiados los bienes que tengan, que superen los 1.340 euros, con el fin de contribuir a su mantenimiento
Copenhague.- El pasado otoño, Lisbeth Zornig abrió las puertas de su monovolumen a una familia de refugiados sirios. Eran seis personas, tres adultos y dos niñas de cinco años, mellizas.
La familia Rasheed, de Damasco, llevaba 40 días viajando para llegar a Suecia. Como cientos de refugiados en aquel tiempo, el más agudo de la crisis migratoria, consiguieron cruzar desde Alemania a Dinamarca. Pero allí se quedaron bloqueados.
El Gobierno danés, para tratar de blindarse y reducir las llegadas, suspendió todos los trenes y autobuses desde el sur del país hacia Suecia. Así, la familia Rasheed echó a andar; otra vez. Zornig les encontró en la carretera junto a otros muchos y decidió acercarles en su coche a Copenhague, desde donde sí había transportes hacia el país vecino. El gesto le ha costado a la mujer, de 48 años, una multa de 3.000 euros y una condena por tráfico de personas.
En Dinamarca, es delito transportar o dar refugio a sin papeles. Quien lo haga, como Zornig, economista y antigua Defensora de la Infancia, puede enfrentarse hasta a dos años de cárcel.
La ley no es nueva, pero en septiembre de 2015, al ritmo que aumentaba el flujo de refugiados, empezó a aplicarse a pleno rendimiento también con quienes no sacan ningún beneficio económico. “Se usa de forma injusta, con los ciudadanos solidarios igual que con los traficantes”, apunta indignada Zornig, de gesto fuerte y mirada luminosamente azul, en un café de Copenhague.
Desde entonces, unas 300 personas han sido condenadas a multas económicas por ello. Y este es sólo un ejemplo más del endurecimiento de las políticas migratorias danesas.