Maestro

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El Faro 

El pasado domingo se celebró la fiesta del maestro. En la celebración de san Juan Bautista de La Salle, Venustiano Carranza formalizó esta fecha como el día de los maestros en México. Hasta este momento seguimos festejando a este gremio al que tanto debemos en la formación e instrucción de las juventudes nacionales.

El señor de La Salle vivió en la Francia del siglo XVII y XVIII. Aun perteneciendo a una clase social acomodada, tuvo la suficiente fineza de espíritu como para darse cuenta de las necesidades de los niños más pobres que desde la infancia pasaban su tiempo en la calle sin instrucción elemental ni futuro para sus vidas.

Con la sensación constante de que algo tenía que hacer por esos niños que corrían peligro en las calles, comienza a dar los primeros pasos para ofrecerles educación. La primera necesidad es tener maestros que puedan dedicarse a los alumnos. En aquella época, los maestros ilustrados daban sus clases en las universidades en las cómodas estancias de las familias nobles francesas. Tuvo, por tanto, que educar a los educadores. Para ello invirtió sus posesiones y dineros.

Siguiendo el ejemplo de otros santos anteriores a él, que prestaron atención en la necesidad de educación formal para los niños, establece la primera escuela de manera experimental. Poco a poco fueron creciendo los ministerios en donde los lasallistas iban desempeñándose como “ángeles” para los niños. En relativamente poco tiempo las escuelas fueron creciendo, los maestros fueron muchos más, fundó una congregación religiosa y extendió su labor, incluso fuera de las fronteras francesas. 

Dos elementos a destacar en esta muy sucinta narración de los primeros pasos del señor de Reims: ministerio y dedicación. Suele denominarse al gremio de los maestros como el magisterio. La palabra magisterio, etimológicamente, significa el lugar del mayor. Sin embargo, para el santo francés el compromiso con los niños pobres es un ministerio, que etimológicamente significa el lugar del menor. Por eso son valores esenciales para el maestro la capacidad de servicio. La encomienda educativa implica capacidad de entrega a los niños y jóvenes con una generosidad similar a la de los propios padres de familia.

El segundo elemento es la dedicación. No nos hemos detenido en las vicisitudes del santo de Reims. El día con día y la estructuración de una organización como la que creó, estuvieron sembrados de dificultades de todo tipo. Excepto en un momento de flaqueza en su vida Juan Bautista siempre se mantuvo al pie del cañón ofreciendo ejemplo a sus compañeros en la dedicación a la misión educativa. Su reacción en el momento de flaqueza mencionado fue ejemplar. Sus compañeros le ordenan regresar al frente de su congregación y humildemente regresa. 

Estas cualidades, y más que pudieran apuntarse, pueden convertirse en norma e inspiración para todos los que hoy en día se dedican a la labor docente. Capacidad de humildad para acompañar a los alumnos con dedicación son la esencia de la docencia. Esto es lo que celebramos, nada más. Ese mérito es el que tenemos que agradecerles y reconocerles a los maestros de vocación que viven por sus alumnos. 

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