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De motivaciones y palancas

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De motivaciones y palancas

EL MERCADÓLOGO

«Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo», se dice que pronunció hace muchos años el filósofo griego Arquímedes. Con esta frase, quería explicar el funcionamiento de una de las máquinas simples y, probablemente, más utilizadas de la historia: la palanca. Gracias a ella, muchos trabajos se realizan con menos esfuerzo del que se requeriría sin su utilización.

Es tal su importancia que hemos mantenido su uso en el sentido figurado, cuando hablamos de las motivaciones que tiene una persona. También tiene un sentido negativo en nuestro país, cuando nos referimos a alguien que entra en un trabajo sin tener los méritos necesarios, gracias a conocidos que lo colocan en ese puesto, pero de eso hablaremos en otra ocasión.

Volviendo a las motivaciones, y retomando el tema de la semana pasada, donde hablaba del análisis del público objetivo, descubrir esas palancas que nos motivan a que realicemos ciertas acciones, a que compremos algunos productos, o que recurramos a ciertos servicios, son fundamentales. Más aún, conseguir que traspasen el plano práctico y logren tener un vínculo emocional entre la marca y el consumidor.

No son pocos los anuncios publicitarios que utilizan este recurso, hasta el punto en que nos hemos vuelto un poco inmunes a dichos mensajes. Porque sí, podemos relacionar una marca específica de refresco con momentos de alegría y de compartir con la familia, podemos generar un vínculo entre un restaurante y lo que hemos vivido en él, o incluso el olor de un suavizante nos puede transportar a momentos que consideramos felices. Pero nuestros sentimientos también tienen un límite; es evidente que no podemos generar emociones con cada una de las piezas que vemos en cada bloque publicitario.

Por eso es tan importante, como marca, saber qué palancas necesitas activar dentro de tu público objetivo, esa gente que es mucho más propicia a comprar tu producto. No a todos nos generan los mismos sentimientos cada una de las cosas que percibimos; no todos tenemos buenos recuerdos de ciertos lugares; ni todos tenemos una idea positiva sobre ciertas generalidades. De ahí la importancia de estudiar bien a la gente a la que se dirige la comunicación.

Esto mismo pasa en el ámbito laboral: no todos tenemos las mismas motivaciones para levantarnos por la mañana e ir a trabajar. De hecho, una de las múltiples consecuencias de la pandemia por la Covid-19 ha sido que muchos trabajadores de Canadá y EE. UU. han decidido dejar su trabajo. Empresas que no habían permitido el home office hasta ese momento se vieron obligadas a recurrir a él, y sus empleados se dieron cuenta de las ventajas de esta modalidad. Al intentar volver a su rutina anterior, decidieron que era mucho más importante pasar tiempo con su familia que perderlo en los traslados a las oficinas.

Pero, como decía, no a todos nos mueven las mismas palancas. Muchas otras personas, que viven solas y se vieron obligadas a trabajar desde su casa, estaban deseando volver a la modalidad presencial para tener contacto con sus compañeros de trabajo. No existe un modelo de trabajo perfecto. Cada uno, según sus necesidades, vida familiar, gustos y preferencias, tendrá una manera en la que se sienta más cómodo para realizar su trabajo.

El reto que tienen por delante las empresas es poder ofrecer una cierta flexibilidad dentro de sus condiciones laborales, que permita a los trabajadores mantener un nivel alto de motivación; lo que, sin duda, repercutirá en sus resultados económicos. No es ningún secreto que un trabajador motivado rinde mucho mejor que uno que no tiene ilusión en sus actividades.

Tal vez, si nuestro amigo Arquímedes fuera un alto directivo de la actualidad, necesitaría más de un punto de apoyo para mover el mundo.