Tras el pirateo de los once millones de documentos del bufete panameño Mossack Fonseca, uno de los salpicados fue David Cameron, quien tras negarlo al principio resultó que había poseído 37.500 euros en un fondo «offshore» de su padre en Bahamas.
Tal vez como un modo de desvanecer aquella polvareda, el primer ministro organizó en Londres una jornada contra la corrupción, con enviados de 50 países y asistencia de John Kerry, el secretario de Estado de Obama, y Christine Lagarde, la directora del FMI. Pero la cumbre ha salido regular, al negarse algunos paraísos fiscales británicos a acatar las medias de transparencia propuestas por Cameron.
Lo cierto es que el Reino Unido no está para grandes lecciones en lucha contra la corrupción en lo que atañe a lavado de dinero y evasión fiscal. En Inglaterra y Gales hay 100.000 propiedades inmobiliarias cuyos dueños son compañías «offshore», 44.000 de ellas en Londres. El ladrillo de la capital se ha convertido en lavadero del dinero sucio de todo el mundo. Además, algunos de los paraísos fiscales más activos del planeta son británicos, como Gibraltar, Jersey, Isla de Man o Islas Vírgenes Británicas.