“Están en juego las conquistas de los últimos 13 años”
- «Quieren lograr con el ‘impeachment’ lo que no consiguieron en las urnas»
Ante una 3.000 personas de simpatizantes que la ovacionaron coreando “¡Resistir!”, “¡Fuera Temer!” y “¡Quédate, querida!”. Roussef dijo: “Puedo haber cometido errores, pero no delitos”. Apeló a las brasileñas. “Soy la primera mujer presidenta de Brasil. He honrado los votos que las mujeres me dieron. Las mujeres, tenemos algo en común: somos dignas”. “En mi país tengo fe porque es gobernado por una mujer”, le respondían los manifestantes.
“Siento el dolor indecible de la injusticia”, afirmó, seria, Dilma Rousseff ayer en su primera comparecencia después de que el Senado brasileño aprobó el inicio del proceso para destituirla y, como consecuencia, la haya apartado temporalmente del poder.
“Mi Gobierno ha sido objeto de un intenso sabotaje”, recalcó la mandataria en la sede del Gobierno en Brasilia, ante la prensa y rodeada de ministros y simpatizantes. Se presentó como la víctima de un golpe de Estado contra su Gobierno. “Lo que está en juego no es mi mandato, es el respeto a las urnas, a la voluntad de los brasileños y a las conquistas de los últimos 13 años”.
“El destino me reservó desafíos. Algunos parecían infranqueables. Pero conseguí vencerlos”, aseguró, recordando su pasado como guerrillera y las torturas que sufrió en la dictadura. “Nunca pensé que tendría que luchar de nuevo contra un golpe de Estado en nuestro país”. El expresidente Lula da Silva también se desplazó hasta el Palacio del Planalto, sede gubernamental, donde fue recibido con gritos de “Lula, el guerrero del pueblo”.
Rousseff apareció circunspecta poco después de las 11.15 (hora brasileña) del jueves. Desde el arranque de la sesión del Senado que la apartó del cargo, que empezó el miércoles por la mañana y se prolongó más de 20 horas, solo había sido vista dos veces. La primera, haciendo ejercicio como todos los días por los alrededores de la residencia presidencial, rodeada de escoltas. La segunda, la noche del miércoles, cuando la sesión de votación del impeachment ya se alargaba más de 12 horas.
La primera rueda de prensa de Rousseff fuera de la presidencia empezó más de una hora después de lo previsto porque el senador encargado de entregarle la notificación del Senado se atrasó en los atascos que rodeaban los edificios oficiales en Brasilia. Vistió de blanco, no de rojo, el color bandera del Partido de los Trabajadores (PT), convertido más que nunca en seña de identidad durante esta crisis política. Las decenas de ministros y simpatizantes que la arroparon, y que interrumpieron varias veces su discurso con aplausos, sí usaban camisas y corbatas de ese color. No hubo preguntas de los periodistas presentes porque, según Rousseff, no se trataba de una “entrevista”.