LAGUNA DE VOCES

* Mi póster de Pelé

 

Cayó el primer aguacero después que te enterramos papá. Mañana hará un mes que Adalberto me habló a las 4 y 15 de la madrugada para avisarme que habías muerto. También los días que llevo con una bota de yeso en la pierna derecha y que, debo confesarte, me ayudó a descubrir que un dolor en el cuerpo nos hace ausentes de todo lo que pasa alrededor, igual a lo que decía Vicente Leñero postrado por un cáncer, atónito por descubrirse igual que un animal agotado por la herida que nunca habría de sanar.

            Por supuesto no es mi caso, pero el simple rompimiento de un ligamento de la pierna me hizo inmune a la tristeza a ratos, hasta ayer que llovió luego de calores que seguro te habrán fastidiado, empecé a recordarte cuando me llevabas a la primaria y me abrazabas y me perdía en tu chamarra para que me guiaras en el camino, y saber siempre, desde aquellos 8 o 9 años, que eras un faro seguro que alumbraría eternamente el camino.

            La pasamos mal luego que te quedaste viudo cuando no tenías ni 40 años, más tú porque de pronto te habías quedado sin el brazo fundamental que ella era en tu vida, en tus sueños, en los proyectos que ya veías a la vuelta de la esquina luego que empezaste a ganar bien en el aeropuerto, después de años y años de penurias.

            Eras el último de todos tus hermanos, y la conexión más sentida con el pueblo, San Miguel de laguna misteriosa, de calles donde siempre habitaron fantasmas. Mi tío Ezequiel que era más joven que tú, se fue antes, y siempre me acordaré de su enojo cuando se enteraba de las corruptelas de un ex presidente pelón y con orejas de duende, “el consuelo que me queda sobrino, es que todos nos vamos a morir”.

            Y se murió sin que te lo pudiéramos decir, igual que tía Fortunata a la que tanto querías, igual que el tiempo en que de pronto dejaste de ser el que venía a Pachuca a vernos, y cuando pensábamos que por fin aceptabas quedarte un fin de semana, brincabas al autobús y extendías la mano para decirnos adiós.

            Las pocas veces que nos adelantábamos al pueblo para las fiestas de Navidad, y tú te quedabas a trabajar, no te ibas hasta que el camión dejaba la avenida Circunvalación y repetías ese ademán de izar el brazo en todo lo alto y quedarte así, hasta que te perdías en el tráfico.

            Ha pasado casi un mes desde que te fuiste,  y a lo mejor no debiera contar esto que al final de cuentas es un asunto personal, pero lo hago porque seguro disfrutarías ver que cuento algo de ti. A donde ibas siempre tenías la costumbre de comprar el periódico. Te guastaba leerlo, enterarte de lo que desde hace mucho, decías, “hacen estos cabrones políticos”.

            Me siento orgulloso de ser tu hijo, de haber tenido la oportunidad de vivir tanto tiempo a tu lado, del orgullo que te daba saber de mis logros por muy pequeños que fueran; de aprender de ti algo que por fin empiezo a entender, y que es tomar la vida con esperanza todos los días, cualquiera que pudieran ser la circunstancia.

            Seguro hubieras sido un excelente entrevistador, porque nadie como tú tuvo tanta facilidad para platicar en el aeropuerto con verdaderas leyendas, a las que te acercabas y simplemente te hacían su confidente.

            Una vez llegaste con un regalo para mi, esa época en que soñaba ser portero de la selección.

Era un póster de Pelé firmada por el mismísimo Rey, a quien viste y simplemente te le acercaste para pedirle dedicara un retrato a tu hijo.

Hace un mes mañana querido padre, y la lluvia seguro te habrá traído recuerdos del pueblo, y por lo tanto de mamá.

 

Mil gracias, hasta mañana.

 

peraltajav@gmail.com

twitter: @JavierEPeralta

 

CITA:

            Eras el último de todos tus hermanos, y la conexión más sentida con el pueblo, San Miguel de laguna misteriosa, de calles donde siempre habitaron fantasmas. Mi tío Ezequiel que era más joven que tú, se fue antes, y siempre me acordaré de su enojo cuando se enteraba de las corruptelas de un ex presidente pelón y con orejas de duende, “el consuelo que me queda sobrino, es que todos nos vamos a morir”.

 

           

           

           

           

           

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