Populismo (Parte 1)

Populismo (Parte 1)

El Faro 

Desde hace ya varios años se viene hablando y venimos escuchando por múltiples medios la extensión de un fenómeno mundial que se denomina populismo. Algunos analistas se preocupan por ello y otros simplemente lo silencian entendiendo que es una manera más de estar en el gobierno.

Como suele suceder en algunas circunstancias, la rapidez y la continuidad en el uso de ciertas palabras puede darnos la sensación de que todos las entendemos en su contenido más profundo y que cuando se utilizan todos lo hacemos en el mismo sentido. 

Es por ello que aprovecharemos este espacio para compartir algunas características que corresponden al populismo, así cuando se hable de él, podremos tener una noción común que nos pueda ayudar a entendernos de manera más adecuada. Con este propósito nos dejaremos acompañar por Adela Cortina y las consideraciones que hace en su libro de 2021 Ética cosmopolita. Una apuesta por la cordura en tiempos de pandemia.

Hablando en su obra de modelos de ciudadanía democrática, menciona cuatro: el liberal clásico, el nacionalismo de corte romántico, el populismo y la democrático radical. Este último es el que ella propone como propuesta de su reflexión filosófica. Estos modelos se han venido dando de diferentes maneras y en diversos territorios en momentos históricos particulares. 

De cuanto dice respecto al populismo, nosotros hemos entresacado seis características principales que pueden orientarnos en su comprensión, el menos como propuesta. Son las siguientes: primacía del papel de las emociones en la vida política, uso de una particular de noción de pueblo, existencia de un líder carismático, marco axiológico simple, lenguaje que sintonice con emociones de votantes y, por último, debilitamiento de las instituciones. Veámoslas un poco más detalladamente.

En las democracias, la vinculación de la ciudadanía con la responsabilidad de cumplir las leyes y de adherirse a las decisiones de sus representantes puede ser un problema. No necesariamente se reconocen en las personas elegidas cuando desarrollan su labor de servicio público. En el caso del populismo, esta adhesión está garantizada. No se trata de un seguimiento por análisis del programa político propuesto, ni con las maneras concretas de gestionar la cosa pública, sino que se le entrega el beneplácito de manera afectiva porque simplemente me gusta, me late. No necesariamente impera el análisis y la razón, sino más bien un factor emocional que empuja al apoyo.

El populismo no es propiamente una doctrina política, sino más bien se desarrolla en una lógica de acción política. Verbalmente, quienes representan esta forma de practicar política, se erigen en los auténticos representantes de la democracia. ¿Por qué? Porque en ocasiones dicen que toman las decisiones fundadas en una base amplia de votos que los legitima e, incluso, pueden llegar a justificar sus medidas prácticas desde ejercicios de democracia directa. Dan la sensación de que su contacto con el pueblo es inmediato, sin barreras y que son capaces de interpretar de manera infalible lo que el pueblo quiere. 

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