Una simulación

Una simulación

Letras y Memorias

He tomado el desayuno con la idea de que quizá no soy del todo libre. Quizás es cosa mía o una sensación colectiva pero, ¿y si todo lo que nosotros concebimos como “real”, no lo es? ¿Qué tal que este plano en el que estamos desde hace años, es apenas el patio de recreo que algún ser aburrido que se entretiene a costa nuestra? 

Sería extraño entonces, que todo lo ocurrido en la historia nuestra y general, hubiese ocurrido de esa forma y no de otra, porque así lo marcaba un guión manufacturado por la mente de, vamos a llamarle, un gigante invisible para nosotros pero tangible para otros de su especie, que en su afán de volverse una deidad, decidió poner vida en organismos que a la postre se tornaron en humanos. 

Imagino entonces, que hay una mano enorme, curiosa, que nos toma y hace caminar por las calles de determinada ciudad. Pone los escenarios que de memoria conocemos y luego, cansado de ese ambiente, elimina o añade ciertas cosas, generando un “efecto Mandela”. De ahí entonces que a veces nos abracemos a mentiras honestas o verdades a medias; recuerdos fugaces que llenan los vacíos de aquello que pensamos que sí pasó en algún punto. 

Ese mismo gigante curioso como niño, decide luego que hay demasiada soledad en la vida de sus pequeños juguetes, y les otorga compañía: brinda otros humanos y animales, y luego da la indicación de que se reine sobre todo aquello que se puede ver y tocar. Un tiempo juega a que sus creaciones o experimentos, como se quieran ver, son felices con esa compañía, con las rutinas construidas y con el amor logrado pero, como el ente curioso que es, se aburre de nuevo y busca giros de tuerca en esa trama que ha planeado con especial cuidado. 

Decide entonces que demasiada armonía le ha cansado y adquiere nuevos ítems. Coloca barreras entre sus juguetes y les asigna arbitrariamente colores y religiones, y como la trama le ha parecido cansada y lenta, considera que es hora de llenar de armas este mundo y hacerlo estallar de a poco, mientras nosotros somos apenas instrumentos de ese plan genial para lograr otro buen rato de entretenimiento. 

Es así que ese ente inalcanzable recupera el gusto por jugar con uno, y viendo desde lejos, desde su gran altitud, se le dibuja una sonrisa mientras manipula a sus juguetes, mientras controla todo cual titiritero a la par que nosotros pensamos que lo acontecido es obra de nuestro albedrío o quizá del destino. 

Y es así que anda uno por la calle, comiendo y conociendo personas, aprendiendo cosas nuevas y llenando los vacíos de la memoria; sanando los vicios del alma y abrazando cuerpos que, increíblemente, no se pertenecen así como nosotros no nos pertenecemos porque, todo cuanto hay, es apenas idea de un ente que juega con lo que somos y lo que seremos.  

¡Hasta el próximo jueves!

Postdata: No hay destino, ni albedrío, cuando los hilos de nuestro cuerpo se ven movidos por manos ajenas.

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