Todos contra todos…

Pido la palabra 

Paranoia, moros con tranchete, pasos en la azotea (como sea que quiera usted llamarlo), lo cierto es que nos encontramos en una situación de inseguridad generalizada, en donde pareciese que nuestra naturaleza es desconfiar de todos, incluso hasta de nuestra propia sombra.

Las puertas de nuestros hogares cerradas a piedra y lodo, incluso a plena luz del día; la sensación de incertidumbre nos obliga a mantenernos alerta; delirio de persecución típico de esta época violenta que atravesamos.

¿En manos de quién dejamos nuestra tranquilidad?, prefiero cuidarme a mí mismo, no resulte que el vigilante sea el que esté fiscalizando cada uno de nuestros pasos para conocer nuestras rutinas y, cuando las aprenda, actuar en consecuencia; hasta en esto manifiesto mi paranoia, ¿estaré al borde de la locura, o es una realidad esa sensación que me lleva a imaginar que estamos en una guerra de todos contra todos?

Pueblo contra pueblo, imágenes de gente que teniendo la obligación de legislar, se la pasan en pleitos de vecindad nada productivos, ondeando mantas que dicen todo pero a la vez no producen nada.

Gobernantes que deben ejercer los presupuestos para el beneficio de quienes soberanamente representan, y en el cenit de la contradicción, lo usan para enriquecerse a costa de la dignidad, honra, e incluso vida de quienes depositaron la confianza en ellos.

Policías municipales incompletos, pues parece que en la Academia, si es que la tuvieron, no les impartieron un curso de sensibilidad y sentido común.

Anarquistas difusos, que ya no entiendo cuál sea la bandera que enarbolan, pues son grupos sin ley ni autoridad que en lugar de beneficiar a la legítima inconformidad, la desvirtúan, la manchan con la imprecisión de su camino.

¿Quién es el verdadero enemigo a vencer?, ¿los gobernantes?, ¿los legisladores?, ¿la delincuencia?, ¿nuestra ignorancia?, ¿nuestras ambiciones malsanas?, ¿nuestra apatía?, ¿todos ellos?, ¿ninguno de ellos?; y mientras lo decidimos, no dejo de tener esa sensación de que alguien está moviendo la cuna; frotándose las manos y observando pacientemente nuestras luchas fratricidas.

Sería el momento en que la política debería hacer su trabajo y tranquilizar las aguas, pero no veo en el horizonte al operador que logre ese cometido, el mar está sumamente revuelto y los pescadores seguro que pretenderán sacar muchas ganancias, aún a costa de ir contra el verdadero bien común.

La tranquilidad se nos está yendo de las manos, de hecho, hoy día la tranquilidad es lo menos que tenemos y eso no es bueno para ninguna sociedad civilizada; por ello, mientras no decidamos caminar por el mismo sendero de paz y cordura, seguiremos desconfiando hasta del egoísta de nuestro vecino que le echa a las autoridades al mecánico de la esquina solo porque “afea la calle”; seguiremos cerrando con candado las puertas de nuestra casa; seguiremos mentándoles su progenitora a los políticos tranzas, seguiremos…seguiremos sin ver la luz al final del camino.

Las palabras se las lleva el viento, pero mi pensamiento escrito está

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