La resistencia al cambio 

La resistencia al cambio 

En diciembre de 2019 celebrábamos, sin saberlo, las últimas reuniones que tendríamos de forma masiva antes de que el virus SARS-CoV-2 llegara a México.

La noticia de este virus que había surgido al otro lado del mundo la veíamos desde la comodidad de la casa como algo muy lejano, algo que no llegaría ni tocaría suelo mexicano, quizá porque como hemos creído siempre: “los mexicanos somos bien chingones”.

El virus no sólo tocó a México, recorrió el mundo entero. De un momento a otro tuvimos que encerrarnos y permanecer en el hogar tratando de adaptarnos a una realidad que se creía, sería pasajera. Al inicio había mucha resistencia, gran parte de la gente no creía que el virus hubiera llegado y muchos más no lo veían como algo que pudiera arrancarnos la vida de un momento a otro. 

Mientras esa resistencia al encierro se generaba en el seno de los hogares, la fuerza laboral de gran parte de las empresas tuvo que comenzar a generar nuevas formas de trabajo para evitar contagios en sus plantas. En este punto el trabajo pasó a ser a distancia y en los casos de extrema necesidad los empleados acudían a laborar de forma presencial. 

Poco a poco el virus se convirtió en el manto de la muerte, en la guadaña que comenzó a segar vidas, ahí fue cuando todo se hizo creíble, pronto supimos de personas cercanas que habían dado su último suspiro en el hospital, y pronto también tuvimos que sepultar a seres queridos sin siquiera el funeral que hubieran deseado. 

Así como en los trabajos se hizo posible laborar a distancia, también las escuelas se programaron para que los alumnos recibieran educación hasta sus hogares mediante la virtualidad. Al inicio, como en todo, la resistencia fue muy grande, que la falta de internet, que la falta de computadoras, que no había forma, que los maestros  o los papás no sabían cómo usar las videollamadas y más fueron algunos de los temas que se tocaban para negarse a la educación a distancia; sin embargo, ante la amenaza de muerte no había otro camino.

Así transcurrieron dos años, en los que México descubrió el trabajo a distancia y todo lo que algunos pueden hacer desde sus hogares; la importancia de la fuerza del obrero que jamás pudo ir a trabajar a casa; la valentía de las personas que trabajan en el sector salud, quienes además de no haberse ido a casa tuvieron que atender a la gente infectada; y también la ventaja de dar y recibir clases a distancia. 

De esta forma se visibilizó el gran trabajo que la mayoría de gente realiza, pero también quedó en evidencia que había puestos que no eran tan necesarios, que había gente cuyo trabajo realmente es imprescindible, y sobre todo, quedaron evidenciados aquellos elementos que son pura “llamarada de petate”.

A dos años de que comenzara el encierro, tras las jornadas de vacunación y el semáforo epidemiológico en color verde, el regreso paulatino a la “nueva normalidad”, prometida desde el 2021, comienza a ser una realidad; aunque, ahora la resistencia es a regresar. Sí ya sé, hay humanos que con nada, pero con nada, están contentos. 

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