Home Nuestra Palabra Miguel Rosales La violencia no es la salida…

La violencia no es la salida…

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PIDO LA PALABRA

Cada día muere mucha gente inocente, sin razón alguna, aunque la muerte provocada jamás tendrá alguna razón; unos se mueren de hambre; otros, su vida se extingue por culpa de la guerra; también, la vida se nos escapa por la ambición, propia y de otros; muriendo por la locura de sujetos que con un arma en las manos se sienten los propietarios de las vidas ajenas.

Niños maltratados; niños asesinados por la falta de atención a nuestros hijos, y no me refiero a la conducta de los maestros involucrados en la acción por omisión; más bien me refiero a la atención que nosotros los padres también hemos transferido a algún tercero y en el que vaciamos nuestra irresponsabilidad por algunas horas, después de todo, saliendo de la escuela le toca el turno a la televisión en esa ayuda de educar a nuestros hijos.

Muertes violentas, heridos, héroes anónimos que de la nada salvan de la irracionalidad a quienes, siendo pueblo, les ordenan permanecer impávidos en las batallas intestinas. Desde la primaria ya escuchaba decir a mis maestros que la cuarta guerra mundial sería con palos y piedras, y que la batalla sería por el agua; si la premisa resulta verdadera, entonces la guerra ya comenzó.

Citando a Jaime Torres Bodet diría: “Un hombre muere en mí siempre que un hombre muere en cualquier lugar, asesinado por el miedo y la prisa de otros hombres”, hasta aquí la cita, pues es obvio que no podemos quejarnos de lo que no hemos hecho nada por evitar; nosotros no podemos, no debemos seguir viviendo con miedo, no es racional que el hombre siga siendo el lobo del hombre, el ser humano es un zoon politikon y por ello debemos privilegiar el diálogo. 

Muchas de las desgracias humanas lo son por la ambición del poder político y económico; el poder nos envilece, corrompe bondades, destruye conciencias, lacera la dignidad de aquellos que no lo tienen y que hacen hasta lo indecible por conseguirlo; enfrenta a hermanos contra hermanos; Caín y Abel hoy sólo serían una simple anécdota totalmente superada por nuestra realidad.

La prepotencia del poderoso es una insultante bofetada a la retórica política de los que nos endulzaron el oído y después nos dieron la espalda; otros nos han apuñalado con leyes lesivas pero encubiertas con argumentos emprendedores; los miedos del trabajador no son relevantes, pues solo se trata de números, de un recurso fácilmente renovable; nunca se piensa en los asalariados como personas con dignidad, solo como una expresión de desprecio para las “ladies & gentleman”

En las iglesias hay gente que se da sus “golpes de pecho” implorando el perdón, pero al salir se transforman en lobos al acecho de su presa; con una limosna pretenden acallar su conciencia; ganarse el cielo con sus clubes de gente virtuosa haciendo colectas para aparecer en la columna de sociales.

Los malos ejemplos rápido se propagan, la conducta negativa es fácil de aprender, la manipulación es un signo representativo de nuestra época; hacemos héroes a los villanos y criminalizamos a las víctimas; los malos van una jugada adelante en el ajedrez de la historia; cuando los niños juegan a “policías y ladrones”, ya nadie quiere ser “el policía”, siempre pierden; en franca apología del delito, los medios masivos de comunicación ya han hecho del dominio público las palabras “sicario”, “crimen organizado”, “narcotráfico”, y otras tantas que algunas vez se pactó no serían tema noticioso, pero la paz no vende.

Por ello hay quienes se obstinan en seguir fomentando el negocio de la guerra, en su terquedad han decidido seguir promoviendo el uso y trasiego de armamento de un país a otro; su conciencia ya no les pesa; su conciencia ya está putrefacta, pues ni las lágrimas de cocodrilo de alguna mañana, o toda una semana de duelo nacional, devolverá las vidas perdidas.

¿Podemos corregir?, ¡desde luego que sí!, ¿Entonces por qué no lo hacemos?, la inercia de nuestra época nos ha quitado sensibilidad, hoy no vemos al prójimo, nos aprovechamos de él; la solidaridad está perdiendo terreno y por ello se hace indispensable recuperar los valores hoy alterados; la respuesta está en la familia, en la atención a los hijos, esos hijos que son la semilla de lo que queremos para las futuras generaciones, en donde también estará nuestra huella, esa huella que puede ser el principio o el fin de nuestra historia.

Las palabras se las lleva el viento, pero mi pensamiento escrito está.