- Prueba Mr. Vértigo para políticos
Así como en la novela, “Mr. Vértigo” de Auster existe un maestro Yehudi que enseña a volar al pequeño Walt, no sin antes hacerlo pasar por terribles pruebas, que son parte del aprendizaje, debieran hacer lo mismo con cada uno de los políticos que hoy mismo buscan con ansia desenfrenada dirigir nuestros destinos, según ellos porque lo saben hacer, y también por un amor que de grande les alcanza para todos.
A Walt lo entierran en una zanja donde debe permanecer durante varios días sofocado por la tierra, solo con una manguera para respirar; es necesario que doblegue el miedo al sonido, a la palabra; también la voluntad de cercenarse la primera falange del dedo meñique izquierdo; beber orines de vaca y comer excrementos de caballo; ser colgado de las vigas de un desván por tres días. Todo con el único objetivo de aprender a volar.
Más allá de los debates absurdos que no aportan absolutamente nada a estas alturas, de campañas eternas donde los candidatos y ciudadanos protagonizan una vez más la historia de siempre, debiera ser implementada la prueba crucial “Mr. Vértigo” para todos y cada uno de los que se desviven de tanto que quieren hacer por los habitantes del estado, un municipio, un distrito.
Si el pequeño Walt aguantó las desventuras que tuvo a bien aplicarle el maestro Yehudi, seguro también podrán los tantos y tantos que quieren un pedazo de poder, hasta el grado de gritar a los cuatro vientos que es la democracia misma la que está en juego.
Y si bien no volarán en caso de aprobar los retos arriba señalados, prudente sería que cuando menos se eleven unos centímetros de la tierra sin necesidad de ayuda alguna. Es decir que estarían obligados a levitar.
Ya después puede venir la elección. Pero que ninguno, ninguna, llegue a esa posibilidad sin antes probar su amor absoluto por la oportunidad de servir, y claro está despegar los pies del suelo, a fin de comprobar que sus pretensiones son, en efecto, buenas.
Porque está comprobado que personas malas no puede tener las dotes de Walter Clairborne Rawley, que así se llama el Wat del libro de Paul Auster.
Pero además de todo lo anterior, importante sería proponer la creación de la “Ley Anti-Trapecistas”, a través de la cual se prohíba y se cierre el paso para que quienes hayan militado en un partido, y beneficiado del mismo, un tiempo máximo de 20 años, no tengan cabida en ningún otro instituto político, con la historia para tontos de que un día despertaron y se dieron cuenta de que estaban equivocados.
Porque abundan los ex priístas que hoy se rasgan las vestiduras y señalan con dedo flamígero y lágrimas en los ojos, que todo ese tiempo en que gustosos y alegres hinchaban su bolsa de beneficios, por supuesto económicos, fue la época de las que se arrepienten con todo los dientes.
Eso sí, tendrían pase libre al trapecio, si en un acto de congruencia, rematan sus bienes, sacan todo el dinero de sus cuentas bancarias, y lo donan a la caridad. Serían sin duda galardonados con la carta libre para irse a donde quieran, y ahí sí, convertirse en los grandes críticos del sistema.
Pero si el único motivo que los hizo renunciar a un partido al que sirvieron, pero sobre todo se sirvieron también, es que no recibieron el hueso adorado, pueden irse mucho a engañar a tontos que todavía creen en sabandijas, y ser remitidos a la prueba “Mr. Vértigo”, sin posibilidad alguna de salir con vida.
A veces la literatura sirve para comprender la realidad absurda de la política.
Mil gracias, hasta el próximo lunes.
twitter: @JavierEPeralta
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Pero además de todo lo anterior, importante sería proponer la creación de la “Ley Anti-Trapecistas”, a través de la cual se prohíba y se cierre el paso para que quienes hayan militado en un partido, y beneficiado del mismo, un tiempo máximo de 20 años, no tengan cabida en ningún otro instituto político, con la historia para tontos de que un día despertaron y se dieron cuenta de que estaban equivocados.