PEDAZOS DE VIDA 

PEDAZOS DE VIDA 
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Se acabó el tiempo 

Hace mucho tiempo que dejamos de ver la luz del sol, ya no me acuerdo cuándo fue la última vez que nos dijeron que sin ella no íbamos a poder sobrevivir, que se iban a acabar las plantas, que nos íbamos a morir todos y aquí seguimos sin forma de que haya luz, aturdidos por las sombras entre las sombras que hemos podido comenzar a distinguir. 

Decían que ya no habrían más animales. A ver, ¡salgan! y comprueben que los sonidos que vienen de allá afuera no son de grandes bestias que por fin aprovecharon la penumbra del terreno para salir de las profundidades, vayan  y digan que los colmillos que trajo el único sobreviviente de la última expedición no son de una bestia enorme. 

Después de tanto que vimos, de la soberbia del hombre impulsada por la ambición tecnológica y los avances que nunca imaginamos que se podrían revertir algún día. Después de salir de pandemias y de hambrunas, quién iba a pensar que terminaríamos como empezamos, dentro de cavernas que aunque más seguras que las del  inicio de la historia de la humanidad, no dejan de ser prisiones para insignificantes seres que solo esperan el turno para salir por víveres y regresar vivos. 

No es raro que hayamos terminado así, y tampoco que lo sucedido le dé la razón a la fanática esa que se dejó devorar por los ángeles que según ella, “Dios” había mandado para evitarnos el sufrimiento, no es de extrañarse que la plaga más grande de este mundo permanezca recluida en espacios como éste, tan oscuros como los lugares que las cucarachas elegían para tener sus crías en las cocinas de los humanos.

Así estamos, en la cocina de una especie que ni siquiera conocemos por completo, una especie que espera que salgamos para destruirnos. ¡Cuándo íbamos a imaginar esto!… cuándo.

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