
Una historia de fantasmas
En la sala se paseaban fantasmas de tiempos antiguos que discutían acaloradamente sobre la vida. Vida que hacía mucho habían perdido como consecuencia de su afición a ser populares, únicos entre los mortales, a los que por cierto acabaron por aborrecer, y en una búsqueda insensata de la posteridad, el recuerdo que, por la buena o por la mala, debían tener de ellos los que lograban sobrevivirles. Hablo de sus parientes, pero también de multitudes que los siguieron ciegamente durante el breve tiempo que dura la existencia humana.
Algunos se animan a contar que estaban ciertos que nunca morirían, que con un simple ademán de la mano podrían espantar a la muerte, hacer que se fuera a otra parte o que aplazara por los años que le fueran ordenados, la ejecución de su deber. Incluso uno que había sido desahuciado por un cáncer terminal, y luego de recuperarse casi de manera milagrosa, anunció que regresaba a su labor y deber como líder de grandes masas de personas. Había sido político en sus años mozos y maduros, considerado uno de los más inteligentes y de avanzada, pero no por eso había escapado al enamoramiento que produce el poder.
A los días de su aparente recuperación murió repentinamente y ahora, convertido en un fantasma errante, asegura a otros que son igual que él, la mala inversión de años y años a la tarea de auto convencerse de que era un hombre bueno, gentil, desinteresado y ajeno a los mareos y locuras que produce ser tanto tiempo el que manda y decide todo.
Se mira las manos de hueso transparente, eleva los ojos al cielo a cada rato, para insistir que no hay peor inversión en la vida, que dedicarla casi en su totalidad a la tarea de construir un imperio de dinero y poder. “Tanto sacrificio para que a los pocos años de difunto ya nadie se acuerde de uno. Vaya pues, que ni la familia, solo solícita cuando se trataba de ver qué recibían”, lamenta con un llanto que atraviesa la caja torácica para ir derecho al piso donde salpica y forma un cono melódico.
Sin embargo, creyeron con pasión, desmesura, obsesión, su historia muy particular en que transformarían una sociedad completa para que fuera más justa, igualitaria, un inatento pues de construir el paraíso anhelado en La Tierra.
Todo fue en vano. El ser humano no está hecho para construir mundos justos porque simplemente nunca han existido ni existirán. En todo caso menos cruel y con una sabiduría real para aplazar en lo posibles las revoluciones que se dan de manera cíclica con miles y miles de muerto, con el final de siempre: el jefe revolucionario trepado en el poder convertido en un gran dictador, dictador a secas o dictadorzuelo, aunque en realidad todos son iguales.
Así que todo es una historia que se cuenta una y otra vez, para que de nueva cuenta la bestia, que somos todos, empuje la noria que da vuelta al brocal del pozo que siempre sacará un producto único: agua.
Los fantasmas se van cuando el cansancio los agota. Levantan sus grandes legajos que confirman lo que fueron en vida, los guardan en una gran maleta, y se van, convencidos de que han vencido a enemigos igual de irreales que ellos.
Siempre será lo mismo. Nunca cambiará nada, porque en un mundo irreal como el que nos ha tocado vivir, poco importa lo que sea cierto o falso.
Siempre será lo mismo.
Mil gracias, hasta mañana.
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@JavierEPeralta