No me despedí 

Te fuiste así nomás, emprendiste un viaje a otro universo, seguramente ni tú lo presentías, seguramente tampoco lo viste venir, y a mí me queda no solo el dolor sino el remordimiento, porque no me pude despedir.

Tu actitud ante la vida, pese al rechazo de cariño de muchos, siempre estuvo intacta, eras optimista, feliz, irradiabas luz y ternura, pero también eras una feroz guardiana del hogar.

No importaba cuántas veces entráramos a la casa, eras tú la que siempre nos daba la bienvenida, brincabas, te parabas de patas mientras movías la vola demostrando la alegría que te daba al vernos.

Desgraciadamente, mi último recuerdo fue un rechazo a tu demanda de cariño, me senté en la pequeña barda del pasillo y fumaba un cigarro, mientras que tú te acercaste varias veces y rozaban tu cuerpo con pelaje café a mis pierna encogidas, yo simplemente te empujaba con el codo y te advertía que te fueras.

Horas después, la llamada era para avisar que ya te habías ido, un automóvil interrumpió el latido de tu corazón, apagó tu luz y alegría y te impidió seguir dando amor, mientras que yo me quedo con el remordimiento de no haberte abrazado cuando me lo pediste.