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¿Qué nos pasó, y por qué nos pasó?

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OPINIÓN

Si está usted, querido lector, apreciada lectora, disfrutando de este lunes de asueto, fin de semana largo o mal llamado puente, es usted un afortunado miembro de las clases medias y altas de este país, no es médico ni labora en servicios de emergencia de ninguna índole y para su fortuna no tiene que trabajar ni atender clientes en días de asueto. 

 

No por obvio debe dejar de decirse que está usted leyendo un periódico, este periódico, ya sea en papel o en pantalla. De ser así, forma usted parte de las clases ilustradas, que algunos llamarían la “inteligentsia”, pues en una nación en que pocos leen noticias y menos aún leen opinión, el simple hecho de ser lector de esta sección, de esta columna, le vuelven parte de una pequeñísima minoría. Felicidades. 

Como buen ciudadano informado, se preguntará cotidianamente qué diantres le está sucediendo a nuestro país, y si tenía alguna expectativa de este gobierno, o del PRI, ya sea desde sus inicios o a partir de que logró la aprobación de las así llamadas reformas estructurales, se cuestionará también qué fue lo que le pasó, donde extravió el camino, donde se descarriló… 

Ahora que si sus expectativas estaban enfocadas a los dos principales partidos de oposición o a la nueva alternativa de Morena, no podría yo culparlo si pierde algunas horas de sueño pensando en cómo “su partido” se divide, se desgaja, se desarticula. Y, en el caso de Morena, en cómo se vuelve receptáculo de personajes que muchos preferiríamos olvidar. 

¿No le interesan los partidos ni el gobierno, pero sí la marcha del país, de la economía, del Estado de derecho? Ahí tampoco le puedo ayudar. La economía no acaba de carburar, las finanzas públicas están bajo asedio, el tipo de cambio presionado, la impunidad a todo lo que da, la violencia y el crimen organizado tan campantes como siempre. No hay mucho consuelo. 

¿Pero entonces la sociedad civil salva el día, no? Mmmmhhh, digamos que hay de todo. ONGs de primera, serias y comprometidas, de la mano de otras que tienen clara agenda partidista o de aquellas que sólo sirven a los egos e intereses particulares de sus directivos. A las primeras hay que hacerles caso, apoyarlas, pero sobre todo diferenciarlas de las segundas. 

Lo bueno es que ahí están los ciudadanos. Los que todos los días con su trabajo y esfuerzo, con su pago puntual de impuestos, con su trabajo comunitario, con su observación de las normas de conducta y de convivencia social nos ayudan a vivir en un país mejor. 

OK, no. 

Y ahí radica el problema, apreciados lectores. Todos nos quejamos, todos generalizamos, todos vemos lo malo. Pero por si eso no fuera suficientemente grave, todos nos creemos inmunes a la responsabilidad compartida de lo que aqueja a México. 

Y es que aunque nos desagrade admitirlo, no todo es culpa del gobierno, de los partidos y los políticos. Por cada político corrupto hay un empresario incumplido o un ciudadano omiso y cómplice. Por cada empresa que contamina hay cientos de mexicanos que cotidianamente tiran basura en la calle, lavan su coche con manguera o desperdician algún servicio público. 

Por cada maestro sindicalizado incumplido hay un alumno tramposo, un padre que exige trato preferencial, una familia que ignora los signos obvios del abuso, del acoso, de la exclusión. 

Es muy trillado aquello de que tenemos el gobierno que nos merecemos. No, es mucho peor que eso. Tenemos el país que nos hemos construido, permitido, auspiciado y tolerado todos, individualmente y en conjunto. 

Mientras no nos demos cuenta del enorme pedazo de culpa que nos toca, y de lo mucho que tenemos que hacer para cambiarlo, nos seguiremos perdiendo del momento mexicano que todos decimos querer. 

Está, o no, en nuestras manos. 

  1. gabrielguerracastellanos.com
    Twitter: @gabrielguerrac