Home Relatos PEDAZOS DE VIDA

PEDAZOS DE VIDA

0
PEDAZOS DE VIDA

Caminos y carreteras

Se había ido con el viento, la ciudad se había quedado atrás y también una historia que quizá recordaría pero que por el momento se encontraba  guardada como carta dentro de un sobre  de color incertidumbre en la guantera y en cada espacio ocupado por el polvo del olvido, la carretera se hacía nada conforme avanzaba y allá atrás en el pueblo estaba una historia que continuaba justo en la bifurcación donde ambos retomaron su camino.

“Pueblo querido si me voy de ti es por jodido, si regreso es por pendejo”, se escucha una canción que es apagada  al momento. Rueda una lágrima que podría ser de ilusión mezclada con arrepentimiento, misma que se camufla entre el sudor que el sol de la carretera al mediodía suele provocar.

El polvo del camino a momentos se colaba por algún lugar, en tanto algunos kilómetros atrás  la naturaleza muerta del paisaje daba señales de vida en tallos y zacates dorados que en su raíz mantenían la esperanza de vida y la negación a la muerte que tanto defienden los seres vivos.

Las campanas de la iglesia callan al viento y activan la vida de muchos, mientras otros se dedican a tejer los sueños que se elevan cual plegarias a los cielos esperando la respuesta de alguna nube en el día o de las estrellas cuando cae el sol.

Se había ido con el viento, la ciudad se había quedado atrás con sus jardines, monumentos y luces confusas; entre burdeles y semáforos, fuentes y edificios piramidales, ahí donde surgió el beso que marcó el comienzo y la cuenta regresiva de la tragedia disfrazada de alegría, con azúcar y un poco de sal.

El paisaje cambia cada día, ya no se esperan ni buscan la oportunidad, luchan contra sus deseos y se resignan a lo que dicta el destino, pero ambos saben que volverá a ocurrir, no hoy ni mañana, pero sí antes de morir, saben  sucederá; dos corazones palpitan arrítmicos, mantienen  vivos dos cuerpos que esperan algún día haya sincronización, que el cielo se abra y una estrella caiga en señal de que se ha cumplido la profecía, para entonces el auto ya estará muy lejos y ambos habrán olvidado el camino.

Ahora llueve, pero el cielo no es gris, las nubes reverencian la limpieza de la ciudad, el campo renace a la orilla de la carretera, y al fondo se escucha la canción que cantaron ambos antes de partir, la misma que por alguna razón dolía tanto; entonces cierra los ojos y no se cumple la promesa,  tampoco está ahí; entonces mira hacia el camino y se encuentra completamente solo, toma un poco de aire y continúa su andar, en tanto allá en la capital un carro espera el siga  del semáforo mientras la lluvia trae consigo los recuerdos que quisiera olvidar.