El Faro

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Nos condicionan

Llevamos desde el pasado mes de septiembre en una única campaña publicitaria que va a durar de manera continuada hasta febrero. En septiembre, mes patrio, había que llevar banderitas, comprar mapas y gritar muy fuerte que somos mexicanos, le pese a quien le pese. Llega octubre y hay que preparar las calaveras, celebrar Halloween, comprar dulces, disfrazar a los niños y a los no tan niños. A octubre le sigue noviembre con todo lo relacionado con la tradición de muertos, que el agente 007 ha instaurado en la Avenida de Reforma, el pan y las calaveritas… También en noviembre llegó el Buen Fin, con el descenso de precios, todos a comprar pantallas de TV como si no se vendieran más el resto del año. Diciembre nos abre las puertas a las posadas, a la Virgen de Guadalupe y a los regalos de última hora para el día 24. El aguinaldo tiene que dar de sí para las cenas de fin de año y para abrir, como se pueda, el año siguiente sin que nadie se dé cuenta de que ya no queda mucho dinero para los regalos de Día de Reyes. Parece que las cosas deberían terminar en enero, pero nadie perdona los tamales de la Candelaria el 2 de febrero.

Cuando menos desde agosto hasta febrero, los comercios nos van marcando el tiempo de lo que tenemos que comprar, de lo que tenemos que preocuparnos, para lo que debemos tener dinero. Siempre son muy cumplidos y puntuales para que no se nos olvide a nadie que tenemos que gastar para pertenecer.

Desde finales del presente mes hasta principios del mes de enero se dan otros eventos que esencialmente no tienen nada que ver con el modelo que hemos reflejado en el primer párrafo. Tanto el adviento como la encarnación son momentos que nos ponen en alerta, el primero, porque llega la gratuidad completa. Más allá de las creencias particulares, este modelo tan diferente, no se nos puede perder de vista. Gratuidad, frente a consumo; ofrecerse a los demás, frente a preocupación por uno mismo; regalarse frente a regalar cosas a los demás.

Estamos en mitad del Buen Fin que dura una semana. A veces da la impresión que olvidar lo que hemos pasado con la Covid consiste en consolarse en la publicidad y las compras, en la falsa sensación de que nada ha pasado o que ya todo ha pasado. Los estacionamientos de las grandes superficies están llenos y nos dejamos llevar hacia donde nos quieren guiar. 

Sin mucho ruido, ni espectaculares muy elaborados, todos los años nos ha estado visitando un niñito para recordarnos que se queda con nosotros, para que si nosotros queremos nos hagamos como él y de esa forma, todos juntos, enfrentemos la realidad desde un ángulo que nos permita ser más humanos y no más consumidores, más entregados y no tan compradores, más cercanos y no tan individuales.

¿No será bueno en medio de la vorágine del consumo, con todo lo que hemos pasado, que recordemos el sentido profundo de quién viene y qué puede significar para nuestras vidas?