
Vecinos distantes
El señor Juan murió de un infarto al corazón, luego de haber sobrevivido a uno hace algunos años. Era un buen hombre que le buscaba todas las posibilidades a la vida, lo mismo en el lavado de automóviles, que en una privada (donde aún vive su mamá) abundan a pasto, que en la instalación de luminarias navideñas. Un tiempo logró instalar un negocio en forma para dejar rechinando de limpios los coches, pero no pasó un mes para que le robaran todos sus instrumentos de trabajo.
Pero era feliz a su modo, siempre al pendiente de su señora madre y esperanzado en que el número de automotores creciera y creciera en la privada, donde se supone todos están más seguros, además de que la competencia por ver quién compra el mejor carro de marca cara y mensualidades de pesadilla, nunca termina.
Resulta que la certeza de estar seguros en estos fraccionamientos de moda, no incluye la tarea de conocer al vecino, animarlo para que esa búsqueda frenética de encontrarle posibilidades a la vida nunca terminara. Entre más seguros atrás de la reja que vigilan policías somnolientos, más vocación, porque nada inoportune ese sentimiento de vivir en un castillo medieval.
Murió el señor Juan, y no me enteré sino uno o dos días después de que eso pasara, con todo y que la muerte lo agarró en casa de su mamá, aquí a la vuelta de la esquina. Es decir que pese a ser uno de los pocos que cada semana pasaba a tocar para ver si lavaba el automóvil, colocar una lámpara en “la tiendita”, que es el lugar donde se guarda la despensa; con todo y que gustaba de la plática, pocos se enteraron de la noticia.
Pasados unos días todos regresamos a la rutina de sentirnos seguros si sellamos con todo lo que esté a la mano, cada rincón del aislamiento en que vivimos y buscamos que al igual que no nos interesa conocer a nadie, tampoco nadie se interese por nosotros.
Cuando era niño vivía en la calle de una colonia donde todos sabían por lo menos el nombre de sus vecinos, y siempre que se podía, platicaban. Se interesaban por los otros.
Ahora ya no.
La muerte del señor Juan debiera llevarnos a pensar por lo menos en la posibilidad de que quienes viven junto a la casa, sepan que estaremos atentos si algo grave y urgente les pasa; que esperaremos que hagan lo mismo si esa situación nos pasa.
Además, el camino de la existencia humana es tan corto, pero tan corto, que sería una lástima no saber nada de los que surcaron campos, cordilleras y playas junto a nosotros.
Sería una lástima.
Mil gracias, hasta mañana.
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@JavierEPeralta