De costumbres y tradiciones
En estos días hemos vuelto a vivir, una vez más y como todos los años, la tradicional batalla entre los puristas que dicen que solo deberíamos celebrar el Día de Muertos y los progresistas que incluyen Halloween entre su lista de festividades. Los unos argumentan que hay que defender lo local y no sucumbir ante la influencia de culturas extranjeras, impulsadas por fuertes campañas de mercadotecnia, mientras que los otros encuentran divertido disfrazarse de monstruos y salir a las calles a dar sustos o recibir caramelos. O ambas cosas.
Puedo entender ambas posturas, aunque lo que me duele de esta pelea es que se ponga a la mercadotecnia como la culpable de generarla. Quiero recordar que, allá por el año 380, en la antigua Roma, el emperador Teodosio impuso como religión oficial del imperio el cristianismo, y con ello, muchas de las tradiciones de los romanos se vieron eliminadas. Algunas otras consiguieron ser modificadas para mantenerse vigentes.
Dentro de las que consiguieron trascender, a pesar del cambio de religión oficial, hay una que destaca: la fiesta del Natali Solis Invicti, asociada al nacimiento de Apolo, el dios de la luz y del sol. Este evento se celebraba en el solsticio de invierno: el 25 de diciembre.
Por otro lado, la fiesta de Halloween es mucho más antigua, incluso de siglos antes de Cristo. Se remonta a una tradición celta en la que conmemoraban el final de la época de cosechas y del cambio de estación. Se celebraba el 31 de octubre, ya que, según el calendario de este pueblo, era cuando terminaba el año. Creían que este día los difuntos caminaban entre los vivos, y realizaban rituales para que los espíritus buenos se quedaran, mientras que los malos fueran disueltos y se alejaran.
En nuestro país también hemos ido adaptando y adoptando nuevas tradiciones: no fue hasta 1912 que José Guadalupe Posada realizó su famoso grabado de «La calavera garbancera». Posteriormente, en 1947, Diego Rivera la incluye en su mural «Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central», llamándola por primera vez «Catrina». Actualmente, son muchas las personas que, coincidiendo con el Día de Muertos, se maquillan la cara emulando este personaje. Y aunque es cierto que los altares de muertos actuales están relacionados con las ofrendas que realizaban los mexicas, es importante recordar que nuestra celebración es una mezcla de nuestros orígenes indígenas y españoles.
En ninguno de los casos que he expuesto anteriormente ha tenido intervención alguna la mercadotecnia. Cada una de las celebraciones que se realizan tienen su historia, su origen y sus peculiaridades. Muchas están inspiradas en otras tradiciones más antiguas, y con el tiempo se han ido adaptando a la actualidad; otras tienen un significado religioso; muchas más son una excusa para divertirse; las hay que han sido impuestas y las que la gente por sí misma ha ido adquiriendo y haciendo suya.
Particularmente, me gustan las dos: me parece un reto a la creatividad y originalidad lo de disfrazarse de cosas que nos den miedo, y considero muy importante mantener en la memoria a las personas que ya no están con nosotros. Además, creo que no tengo que elegir: puedo perfectamente disfrazarme el 31 de octubre, y unos días antes o ese mismo día, montar mi altar.
Tampoco podemos ignorar que, tanto estas dos festividades como muchas otras, son una buena excusa para hacer una campaña de publicidad. Recordemos que la mercadotecnia tiene que buscar elementos culturales fácilmente reconocibles dentro de la mente de las personas para transmitir un mensaje en poco tiempo: ya sea Halloween, Día de Muertos, Navidad o el Día de Star Wars.