MAESTROS DE LA SIMULACIÓN
En nuestro estado, y seguramente en todo el país y el mundo, se multiplican los maestros de la simulación que buscan hacerse pasar por lo que no son y que retratan en sus actuaciones lo que les gustaría ser pero no lo son. Y en política hay verdaderos maestros de esta conducta.
Buscan hacerse pasar por políticos muy cultos y encuentran en las redes sociales un campo muy bueno para lucirse como verdaderas lumbreras del conocimiento.
Basta ver lo que escriben, sobre todo en Twitter, donde muchos de ellos se nos muestran como cumbres del conocimiento, pues les da por recetarnos lecciones de historia y de filosofía, de tal manera que a la publicación de agendas históricas, nos abruman todavía con citas de grandes escritores, o sabios, nomás para que quede muestra de su basta cultura.
Generalmente a todos les da por convertirse en orientadores de la sociedad, porque con frases llenas de sabiduría nos fijan maneras de actuar y enfrentar los problemas.
Esto cuando no terminan por ser autores de largos textos llenos de conocimientos en todos los órdenes.
Finalmente, tienen derecho para actuar como lo hacen, pero es evidente su simulación, ya que la mayoría de ellos, no todos, no tienen en la realidad una capacidad instalada como para ser faros orientadores de la sociedad.
A lo mejor por eso el lenguaje político en que se privilegian las frases rimbombantes y poco caso se hace a usar lenguaje sencillo y simple, que todos entiendan sin necesidad de un diccionario.
Y esta actitud de mostrarse como no se es, de simular, dio pie hace unas horas a una discusión en redes sobre El Chavo del ocho, en que muchos decían que fue un programa que les divirtió mucho de niños, y otro grupo de pseudointelectuales, que se lanzaron contra el programa porque dicen en su gran sabiduría que dañó mucho a México y que ellos nunca lo vieron, porque preferían oír música clásica.
Hágame usted el canijo favor de estos genios, que dicen nunca haber visto ese programa de Chespirito. Siempre el afán de simular lo que no se es, para lucirse como distintos.
Simular, apantallar, no decir la verdad es la consigna.
Y abundan estos simuladores y usted conoce más de uno seguramente.