
Papers (I)
En 2006 se abre el portal wikileaks como iniciativa de J. Assange. En 2013 E. Snowden filtra a la opinión pública información clasificada de la CIA y de la Agencia de Seguridad Nacional. En 2016 aparece abundante documentación de un despacho de abogados que se denominó Panama Papers. El mismo año, al final, también se hace pública los Bahama Leaks. En 2021 tanto los Pegasus Project como la inmensa información de Pandora Papers aparecen en las noticias mundiales para conocimiento de todos.
Todos los eventos tienen algunos elementos comunes. Todos ellos ofrecen a la luz pública registros de operaciones que en algunos casos son legales y en otros abiertamente ilegales. Todos ellos parten de unas fuentes, algunas conocidas y otras no, que entregan documentación clasificada porque consideran que lo que ocultan debe saberse y no debiera hacerse. En varios de los casos las personas o sociedades de las que se filtra información, pertenecen a las clases más privilegiadas de todas las partes del mundo. En todos ellos se revelan comportamientos y acciones que desde todo punto de vista resultan inmorales.
El último de la serie es el que ha estado ocupando los periódicos mundiales durante la semana pasada y seguirá dando de qué hablar. Casi doce millones de documentos muestran que políticos, artistas, particulares ricos y muy bien acomodados, han estado durante años moviendo sus dineros por diferentes paraísos fiscales para no tributar y mantener así sus capitales íntegros. Estos movimientos mencionados no son ilegales. Tampoco hay que pensar que necesariamente los capitales sean mal habidos. Ha sido la última y más nutrida caja de Pandora que escandalosamente se ha abierto.
Si entendemos que la ética y la moral no son listados de normas, sino saberes que intentan orientar las acciones hacia el mayor beneficio personal y social. Si entendemos que este beneficio se define por la construcción entre todos de las mejores personas posibles y de las mejores organizaciones posibles. Si entendemos que esta es la finalidad última de los individuos y de las sociedades, ser los mejores que solo ellos pueden ser. Si acordamos en todas estas condicionantes previas, podremos afirmar que las acciones que reflejan estos papeles no son ni éticas ni morales.
Esta inmoralidad acordada se fundamenta principalmente en que esos capitales que no tributan lo que debieran, hurtan al resto de los integrantes de la sociedad los beneficios a los que tendrían derecho por esos impuestos. Ayudas, subvenciones, redistribución de los ingresos por parte del estado, beneficio a los más desfavorecidos no alcanzan porque se evaden los impuestos. Además, quienes esconden su dinero, no son los más necesitados y aunque tributaran justamente no dejarían de ser acomodados. Añadamos otro pequeño detalle. La mayoría del dinero escondido termina en territorios y propiedades lujosas sitas en Estados Unidos y Reino Unido. El dinero no se queda en Bahamas, Islas Caimán o Panamá, solo pasa por ellos.