POR EL DERECHO DE EXISTIR

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El gordo odio: El escrutinio del cuerpo

La aceptación social es un elemento que cruza directamente por el cuerpo de las personas, hemos aprendido y replicado la conducta de juzgar a partir de los estereotipos de belleza occidental, estereotipos claramente impuestos por el mercado y la cultura del consumo.  Marcas de ropa y todo tipo de anuncios publicitarios, tienen en común cuerpos hegemónicos de extremada delgadez, las producciones cinematográficas y los contenidos de televisión carecen de representaciones de cuerpos diversos y tonos de piel distintos a la blanquitud, se suma a esto el constante hostigamiento de empleadores (as) que bajo el eufemismo de “buena presentación” hacen exigencia de cuerpos normados; más de una ocasión he escuchado la frase “para ser hay que parecer”, palabras que validan que las personas son en relación a su figura o forma de vestir.

Es común la fiscalización de los cuerpos y la idealización de la delgadez que se encuentra fundada en estándares de salud y belleza. Sin embargo, estar delgada (o) no es necesariamente sinónimo de salud, menos en un país como México que de acuerdo con la Encuesta Nacional de Salud (2018), cada año, al menos, se registran 20 mil nuevos casos de bulimia y anorexia en jóvenes, lo que en comparación con periodos anteriores tiene un incremento de 300 por ciento en los últimos años.  Por su parte el Instituto Nacional de Psiquiatría indica que 10 por ciento de jóvenes con anorexia y 17 por ciento con bulimia, tuvieron algún intento de suicidio y únicamente 25 por ciento recibió tratamiento. Al respecto ambos estudios coinciden en que en el 90% de los casos corresponde a mujeres.

Ante esto, el gordo odio, o como le llamamos de manera común la gordofobia, se encuentra internalizada en nuestros pensamientos y es promovido de manera ferviente por las empresas, la moda y los medios de comunicación. La industria del odio a los cuerpos propios y extraños tiene jugosas ganancias en todo el mundo. Como resultado de esta invasión a diario discriminamos a las personas por la manera en la que se visten o se ven, el escrutinio es constante, frases como “te ves más gordita”, “bajaste de peso”, “¿qué te panzo?”, están tan presentes en nuestra cotidianidad que las recibimos o recetamos sin ser solicitadas.  

La Encuesta Nacional sobre Discriminación (ENADIS) 2017 reveló que 20.2% de la población de 18 años o más declaró haber sido discriminada en ese año. Los motivos principales fueron la forma de vestir o el arreglo personal, el peso o estatura, la edad y las creencias religiosas. Ante esto, es necesario decir que las palabras importan y tienen efectos sentidos en quien las recibe, en 2013 la psicoterapeuta María de la Vega escribió “Me enseñaron la vergüenza” y señala “Me enseñaron a avergonzarme de mi cuerpo, de mis actos, de mis pensamientos… No contenta con someterme a la mirada externa, me plegué también a la vergüenza ajena… Y, a base de sentirme cada día más avergonzada, entendí que mi vergüenza nunca iba a sentirse saciada. Que toda la vida iba a imponerse entre yo y mi representante impostada”.

¿Es posible crear una realidad distinta?, quizá el primer paso sea reflexionar sobre las conductas de gordo odio que tenemos hacia nuestro cuerpo y también al exterior.  El respeto a la diversidad es fundamental.

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