Letras y Memorias

Octubre

Gélidos vientos mecen sueños y, a su vez, desprenden de la vida recuerdos dolorosos que allá se van perdiendo, allá en los cerros despoblados, en los cielos negros y ausentes de estrellas caídas, dando paso a nuevos luceros, a una Luna radiante y a cambios de rumbo certeros.

Son los vientos de octubre, la renovación del otoño que algunos toman con tristeza y que, acá, de este lado, uno abraza como si de la vida nueva se tratase, el motor para cerrar un año que tuvo altas y bajas pero, que en definitiva, será recordado porque algo o alguien allá arriba, nos dio la oportunidad de seguir, de estar, de hacer las cosas diferente… hemos tenido la oportunidad de dar un giro y de escribir con nuestras manos el propio destino. 

En los vientos gélidos de octubre que mecieron los cabellos el pasado viernes, se agolparon los anhelos de una etapa nueva, una luminosa pese a la lluvia hidalguense; los vientos gélidos dieron pues, lugar a un abrazo, a una sonrisa, a una voz alegre y conmovida. Octubre me presentó una oportunidad más para caminar hacia el Paraíso, para ver en la nocturnidad pachuqueña una de esas luces que una vez que aparecen en el firmamento, no dejan de tintinear, y se mantienen encendidas. Eso me ha brindado octubre. 

El otoño siempre me ha sentado bien. Siendo honesto, no tengo quejas al respecto y, aunque octubre solía ser escabroso y triste, es absurdo de pronto cerrar las puertas ante una chance nueva de disfrutar de su melancolía y de los brazos que ahora reciben esta nueva vida, esta esperanza de terminar un año de grises y colores, lleno de sueños y pesadillas pero, sobre todo, lleno del gusto celestial de haber sido testigo presencial del “incidente del 12 de junio”, cuando todo comenzó. 

Octubre nos brinda el preámbulo de la visita de nuestros difuntos, nos brinda las mejores lunas del año y los cielos nocturnos más placenteros de los que se tiene registro por el ser humano. Octubre es el mes del terror pero también de la resistencia, es el mes en que se une el ombligo con las piernas y, por tanto, es aquel punto en donde todo lo que está por verse hundido, tiende a elevarse. 

En las lunas de octubre disfruto de la belleza, en los vientos helados disfruto de la caricia de un ser amado y, en los luceros destellantes de diario, gozo con las miradas guardadas de aquello que ha hecho mi año más llevadero. 

Ojalá que octubre durara más, ojalá que el primer día de este octubre hubiera sido eterno, porque así sabría que el tercero sería una calca de esa noche donde brilló el universo mientras mis manos conducían por la capital, haciendo de Pachuca el centro de la creación, y a mi milagro de octubre, la maravilla causante de una nueva emoción. 

¡Hasta el próximo jueves! 

Postdata: Sal y observa la luna, encuentra en ella el abrazo que busco enviarte a diario.

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