
Volver a tierra
El barco había naufragado. De eso no había duda, porque los cadáveres casi transparentes por el tiempo sumergidos en el agua, daban testimonio.
Después de tanto pelear contra el mal tiempo, los relámpagos a mitad del océano, el viento que amenazaba apenas tomaban lo que creían un rumbo seguro. Después de tanto sacrificio un día, el más soleado que hubieran deseado y esperado, se despidió desde el puerto, todavía le arrojó una sonrisa que pensaba de amor, y empezó a caminar.
No bajó tampoco para correr, para exigirle que regresara.
Miró de nuevo el mar, la travesía que, ya lo sabía, nunca habría de terminar. Nunca.
Solo habían prometido ser eternos con los recuerdos, con la esperanza, así que no se debían nada, ni siquiera rencor.
Poco a poco las luces del puerto se hicieron más y más pequeñas, unas luciérnagas en el cielo infinito.
De pronto se apagaron. De pronto todo se hizo recuerdo. Está seguro que nada fue real, que el mar produce sueños con ángeles, que hasta tuvo la ocurrencia de regresar a tierra firme.
Pero era irreal, mareo, alucinaciones de quien sueña con dejar una embarcación fantasma que se asoma cada tantos años al puerto y desaparece entre la bruma.
Mil gracias, hasta mañana.
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@JavierEPeralta