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Dos de tres ayatolás ultras quedan fuera

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De la Asamblea de Expertos iraní

  • El revés electoral modera la composición de la Cámara que elegirá al próximo líder supremo

La inclinación ideológica de los Expertos va a determinar a quién eligen como máxima autoridad de la República Islámica. El líder supremo tiene la última palabra en todos los asuntos de Estado, incluidos la seguridad nacional y la política exterior. Por lo tanto, puede marcar el rumbo del país durante la próxima generación.

Teherán.- Ya es oficial. Tal como habían adelantado los medios iraníes, ni el presidente de la Asamblea de Expertos saliente, el ayatolá Mohammad Yazdi, ni el ayatolá Mohammad Taghi Mesbah Yazdi, mentor del expresidente Mahmud Ahmadineyad, han logrado entrar en la nueva Asamblea.

Se trata de un revés para los ultraconservadores que han visto como su principal rival, Ali Akbar Hashemí Rafsanyaní, obtenía el mayor respaldo con 2,3 millones de votos y lograba 15 de los 16 escaños de Teherán para la lista que encabezaba. La Cámara destinada a designar al nuevo líder supremo seguirá siendo conservadora, pero algo menos radical.

El único de las tres grandes figuras religiosas ultras que ha logrado un escaño ha sido el ayatolá Ahmad Yannati, que también preside el poderoso Consejo de Guardianes de la Constitución. Pero su resultado, en el último puesto de los 16 en liza en Teherán, no deja de ser humillante para un hombre de su estatura política.

La oposición a cualquier apertura y su furibundo antioccidentalismo había convertido a los ayatolás Yannati, Yazdi y Mesbah en objetivo de una campaña popular en las redes sociales para intentar evitar su entrada en la Asamblea. Ahora el Consejo de Guardianes tiene que ratificar esos resultados, pero algunos simpatizantes reformistas temen su reacción.

Aunque ese foro de 88 clérigos expertos en ley islámica solo se reúne una vez al semestre durante los ocho años que dura su mandato, la previsión de que en esta ocasión tenga que elegir un sucesor para el ayatolá Ali Jameneí, de 76 años, ha reforzado tanto el interés popular en los comicios como, sobre todo, la lucha de poder entre las corrientes del régimen.