
Solo el amor nos llevará al camino de la empatía
Si usted se acuerda, un primer aparente beneficio de la pandemia del Covid-19 había sido que de alguna manera empezamos a entender eso de la empatía, de ponernos en los zapatos de los otros para comprender su dolor, sus anhelos, sus alegrías y tristezas. Estar encerrados por tanto y tanto tiempo nos llevó al buen puerto de la compasión bien entendida hacia nuestros semejantes. Haber logrado este conocimiento, y en muchos casos su aplicación, ha traído consuelo a la terrible pérdida de seres queridos, a su ausencia que será permanente y al pensamiento que siempre ronda de lo que habrán sufrido en sus últimos momentos.
Hoy la situación es difícil, muy complicada y preocupante en todos los aspectos de la vida cotidiana. Si bien el índice de personas que han perdido la vida por las nuevas variantes de la enfermedad es mínimo, en comparación con lo que ya vivimos, el número de contagios se dispara día a día. Incluso se habla de que los que han muerto tienen como antecedente directo que no han recibido vacunación alguna.
¿Es posible ser empáticos con los que por ignorancia, necedad o simple estupidez se han negado a recibir la vacuna? ¿Con quienes acuden a fiestas, reuniones masivas y descalifican a los que usan cubrebocas, nada más porque sí?
Debo decirle que hasta hace poco creía en la comprensión absoluta y sin cortapisas con todos, aún con los que externaban su burla por los que urgían y urgen a vacunarse, a obedecer y aplicar las medidas preventivas.
Hoy no.
Después que un ser querido cercano y único, como es un hermano, muere, es imposible avalar o salir a la defensa de quienes con esas acciones impiden que empecemos a asomarnos al fin de esta terrible pesadilla.
No se puede, pese al intento de guiarnos con el simple llamado del corazón, porque este se quedó de alguna manera anclado y guardado en el ejercicio de extrañar a quien hasta hace unos meses respondía con cariño y amor nuestra llamada telefónica.
Por eso le pido que se cuide, que lleve a sus familiares a vacunarse, que juntos podamos contribuir a que la tragedia termine, y ahí volver a mirarnos con legítima esperanza de felicidad.
Podemos.
Siempre se ha podido cuando entendemos que de alguna manera nos hermana en algunos casos el dolor, en otros la fe absoluta en el ser humano.
Se puede.
Nos veremos con gusto cuando esto pase, porque pasará, estoy seguro junto con usted que esto pasará. Y de alguna manera evocaremos la memoria de seres únicos que extrañamos con el alma, pero que nos dejaron como vocación única y vital el amor, ese que nunca termina de esperar lo mejor de cada una de las personas que nos acompañan en este viaje que es la vida.
Cuídese, cuide a los suyos. Así nos cuidamos y con legítimo orgullo diremos en poco tiempo que aprendimos el mágico sentido de la empatía, la compasión, que siempre se resume en una palabra: amor.
Mil gracias, hasta mañana.
@JavierEPeralta