UN INFIERNO BONITO

UN INFIERNO BONITO

LA MALDAD

Trabajaba en la mina de San Juan Pachuca, a 370 metros de profundidad, hacía un calor de todos los diablos, ahí nos encuerábamos y nos quedábamos en puro calzón los que llevaban, los que no, se atravesaban una franela, que parecían bailarinas enseñando las nalgas.  

Nos llevaban en un motor como el trencito de Chapultepec, que nos dejaba a 3 kilómetros de la mina de Santa Ana, teníamos que subir 80 metros de escaleras verticales cada quien cargando la herramienta que iba utilizar en su trabajo. 

Ahí hacía mucho más calor, teníamos que ponernos una franela en el cuello que nos servía para limpiar el sudor de todo el cuerpo. 

Yo era ayudante de perforista y mi maestro era “El Chocolate”, “El Loco” era de Guadalupe Rojas. Íbamos solamente los cuatro. Llevábamos una frente donde teníamos que levantar 20 toneladas de carga a pala, llenar los carros de mina, llamadas Góndolas, que les caben dos toneladas de carga, e irlos a vaciar, empujándolas y barrenar 25 barrenos de dos metros de largo.

Mi trabajo también consistía en ir por la dinamita, tenía que llevar un costal y cargarlo en el lomo, y  subir y bajar, pesaba 50 kilos. Cuando terminábamos, regresábamos caminando. 

Esa vez la mina estaba más caliente que nunca, el aire me faltaba, me sentía a punto de desmayarme. Como ayudante de perforista tenía que cargar dos barrenas de un metro con ochenta centímetros de largo por media pulgada de diámetro y dos de 90 centímetros, como son de acero pesan mucho y son muy estorbosas. Terminamos y me dijo “El Chocolate”:

  • ¡Ahora sí, “Gato Seco”, me cae de madre que te vas a morir y te vas a ir con los diablos, ojala y allá no esté tan caliente como aquí, porque te va a cargar la chingada!
  • ¡Ya no aguanto, las piernas se me doblan y veo lucecitas!
  • ¡Pues vámonos! ¿O te quedas?
  • ¡Con tu hermana!
  • ¡Pendejo, si aquí no puedes menos allá con ella!

En el camino, con la franela me limpiaba el sudor del cuerpo y la exprimía para volverlo hacer, quería sentarme a descansar, no teníamos agua, caminaba porque sabía que si me quedaba sentado  me paraban esos gueyes a patadas. Dijo “El Loco”, riéndose y burlándose:

  • ¡Miren al pobre Gato! Saca la lengua, parece perro cuando tiene sed.

Le dijo “El Chocolate”:

  • ¡Cárgalo!
  • ¡Pero de leña!
  • ¡Ayúdalo!
  • ¡Si no soy partera!
  • ¡Se va a morir! Pobrecito, bueno pues ni modo, tendré que quedarme con su vieja.

Lupe se enojó, y les dijo:

-¡Ya cállense, pinches babosos, en lugar de que le den ánimo, lo vienen molestando!

  • ¡Para que se mete a la mina si no puede el güey!

Caminamos en silencio y llegamos a la escalera donde teníamos que bajar lo que subimos, y me dijo “El Chocolate”:

  • Bájate tu  primero, “Gato Seco”, porque si bajamos nosotros y te caes, nos puedes llevar de corbata, por las moscas, deja echarte la bendición por si te des en la madre.

Le dije al “Loco”:

  • ¡Ten, “Loco”, agárrame el fierro mientras me acomodo! 

Así les decíamos a la barrena.

  • ¡Que te lo agarre tu madre!

Llegué abajo y mientras bajaban,  me acosté en el suelo, uno por uno llegaron y me levantaron a patadas, comenzamos a caminar por el túnel que parecía horno. Pasamos por un crucero donde se juntaban dos túneles, y me dijo “El Chocolate”:

  • ¿La llevas bien con los ruineros?
  • ¡Sí!
  • ¡Vamos a robarles el bote con agua que van a tomar!
  • ¡No chingues! Pobres cuates, ellos acaban de entrar y nosotros vamos de salida.
  • ¡Me vale madre! A que lloren en mi casa, a que lloren en la tuya, mejor en la de ellos. Espérense aquí, ahorita venimos.

Me metí al túnel, y atrás de mí iba “El Chocolate”, caminaba pegado con la luz apagada, y me dijo en la oreja:

  • ¡Dame tiempo a que encuentre el bote de agua, entreténlos unos minutos y luego te regresas. Nosotros te esperamos afuera del túnel, ponte abusado. Hazte fuerte, que no noten que vas cansado. Ya ves que esos son muy cabrones.

Llegué a una tarima de tres metros de altura donde estaban trabajando “El Tejolote”, “El Muerto” y “El Pirrín”. Les grité:

  • ¡Hey, arriba!
  • ¿Quién eres?
  • ¡Tu padre!
  • ¡Mi padre no levanta la pata para mear!

Subí la escalera y llegué con ellos,  me dijo “El Tejolote”:

  • ¿Qué chingados quieres? Aquí no estamos pelando tripas, ni tampoco estamos hablando mal del pinche gobierno.
  • Vengo a buscar a tu encargado, “El Chicas”.
  • ¡Ni madre! Te veo medio sospechoso, a lo mejor vienes a robarnos algo. ¡Esconde la herramienta, “Pirrín”! Este pinche Gato ya lo conocemos, lo que tiene de seco, lo tiene de ratón.
  • ¡El día que yo les robe algo, van a quedar huérfanos! Porque me voy a llevar a su madre.
  • ¡Ya vete! No nos quites el tiempo que tenemos el hijo atravesado. ¡Sácate o dinos a qué vienes!
  • ¡Ya les dije que vengo a buscar al “Chicas”!
  • ¡Ese pendejo ya se murió! Vino hace rato a gritarnos y le dimos en la madre.

Calculé que ya era tiempo que “El Chocolate se había llevado el agua y les dije:

  • ¡Ya me voy!
  • ¡De nalgas hasta donde estoy!

Cuando iba bajando la escalera, me mentaron la madre, me dieron de pedradas y me gritó “El Tejolote”:

  • ¡Adiós, “Gato Seco”! Le dices a tu mama que no voy a llegar a su casa a dormir hoy en la noche, porque le toca a su mamá del “Pirrín”!

Llegué a donde estaban mis compañeros y me dijo “El Chocolate”:

  • ¡Valió la pena que te hayan mentado la madre! Trajimos más de medio bote de agua, y sabe a toda madre.

Con desesperación, me empiné el bote que me volvió a la vida. “El Loco” lo aventó cuando estaba vació y llegamos al despacho, que es el lugar donde se detiene la jaula para sacar a los mineros a la superficie. 

Teníamos que formarnos para que nos sacaran. En la fila estaba “El Chicas”. Como era muy amigo de mis hermanos, me llamó y me dijo:

  • ¡Te habías de venir a trabajar conmigo! Me cae que cada día estás más flaco. Salte del contrato, Dios no lo quiera pero con las madrizas que estas llevando un día te vas a morir.
  • ¡Pero tú no dejas dinero de propina!
  • ¿Quién dice que no? Lo que pasa es que mis trabajadores son muy flojos: “El Tejolote” falta mucho, “El Muerto” siempre llega tarde, y “El Pirrín” todo el tiempo se la pasa ensuciando, hace rato que llegué a verlos los encontré acostados a los tres y que me encabrono, les menté la madre,  y que los pongo a quebrar piedras con el marro.

Ahí estuve gran rato para que le chingaran, cuando me vine, al bajarme me aventaron de piedras, me iba a subir para darles en la madre, pero no me dejaron echándome la carga.

Hijos de toda su madre, me la pagaron. Que voy por mi           compadre “El Gallinazo”, y que nos orinamos en el bote de agua que van a tomar.

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