Todo con perspectiva
Victoria, de tan solo 10 años, veía la televisión con los ojos entreabiertos, hasta que le diagnosticaron miopía y prescribieron sus lentes graduados. Curiosamente, su hermano Gabriel, de tan solo cinco años, comenzó a ver la tv igual, pero a diferencia de la primera, éste no presentaba afección alguna en su visión; entonces, ¿por qué hacía eso? ¡Claro… imitaba a su hermano!
Eso se explica por qué a lo largo de nuestra vida imitamos comportamientos ajenos (por las neuronas espejo), algunas veces hábitos saludables, otras lamentablemente lo contrario (por ejemplo, actos violentos); pero lo más grave es que pocas veces somos conscientes de esto, y la mayor parte del tiempo lo hacemos inconscientes.
De ahí que mantener los ojos y la mente abiertos, es el reto para ver con claridad lo que atenta contra nuestra dignidad, libertad, igualdad e integridad, y también la de los demás.
Como a la niña que le prescribieron lentes, ajustándolos personalmente para que recuperara el enfoque adecuado, así, con la perspectiva de género, bajo un enfoque interseccional y transversal, es posible que todas las personas logremos ver lo que afecta la igualdad, la dignidad, la libertad y la integridad de quienes se encuentran más vulnerables: menores, mujeres, adultos mayores, indígenas, migrantes, personas de la diversidad sexual o con alguna diversidad funcional (mal llamados discapacitados), quienes no son ajenos a nosotros, sino más bien, podemos ser nosotros.
Pero, ¿cómo se consigue visualizar con perspectiva de género, con un enfoque interseccional y transversal, y de qué nos sirve?
Darnos cuenta de la discriminación y los estereotipos, es un primer paso, porque a veces somos víctimas de éstos; pero otras, somos quienes categorizamos a las personas, atribuyéndoles características que los colocan en desventaja y les genera un trato desigual. Por lo cual, al evitar prejuzgar y discriminar, generamos una cultura incluyente, con igualdad de oportunidades para todas las personas, sin distingo de edad, género, estado físico o mental, o por circunstancias sociales, económicas, étnicas y/o culturales.
Ahora, ¿qué hacer para evitarlo?
En principio, reconocer que, si bien nuestro género –cisgénero (cuya identidad de género y sexo asignado al nacer concuerdan, por ejemplo, mujer-femenino y varón-masculino) o personas trans (cuya identidad de género no concuerda con la que se le asignó al nacer) nos distingue, en el fondo somos iguales, pero no solo ante la ley –igualdad formal- sino que pertenecemos a una misma especie, la humana, y por tanto, sustantivamente somos iguales y merecemos igualdad de trato y oportunidades, sin ser discriminados por nuestra especial condición o atributos.
Pero no se trata de palabras románticas, de ideales…baste recurrir al artículo 4º de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, al artículo 6º de la Ley para la Igualdad entre Mujeres y Hombres, a los Principios 1 y 2 de Yogyakarta, y a la sección 2ª de las Reglas de Brasilia; todas, normas jurídicas que reconocen los derechos humanos que deben promoverse, respetarse, protegerse y garantizarse, tanto por las autoridades como por la generalidad.
En conclusión, imitar conductas de violencia (ya sea de género, familiar, escolar y docente, laboral, política, institucional, comunitaria, simbólica, obstétrica, mediática o digital) es un problema de visión cultural que se puede corregir, como sucedió con Victoria. Solo es necesario estar claros en el diagnóstico (conciencia del comportamiento discriminatorio y el principio de igualdad inherente a las personas) y la correspondiente prescripción, es decir visualizar con perspectiva que podemos estar en el grupo dominante, pero también el grupo dominado, y, en cualquier caso, todas las personas merecemos se nos vea con perspectiva.
NOTA DE LA DIRECCIÓN: Licenciada en Derecho por la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, con maestría en Administración de Justicia por la Escuela Libre de Educación Superior Universitaria del Poder Judicial del Estado, actualmente Jueza de Control y Enjuiciamiento adscrita a la capital hidalguense, Pachuca; damos la bienvenida como colaboradora de nuestro Diario Plaza Juárez, a una mujer comprometida con la reflexión y el pensamiento jurídico. Que sea para bien de cada uno de nuestros lectores y lectoras.