ALFIL NEGRO

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ALFIL NEGRO

EDAD

Hay un día,
en que el espejo dice,
que El Niño que un día fuimos
se fue con sus juguetes
su balero y su trompo
y ya no volverá.
Que la noche de Reyes
se fue con una estrella
con los juegos de tardes
repletas de luceros,
de pájaros cantores
y árboles tan grandes
que tocaban el cielo
y ya no volverán.
Y vemos con nostalgia
aquellas navidades
de posadas y dulces,
buñuelos y canciones,
y El Niño siempre niño
junto a su madre amada,
y un poco de ese niño
anclado en nuestra sangre
atento a la piñata,
y feliz como nadie
por lograr esa noche
una naranja de oro,

que guardamos celosos
tesoro de esa edad.
Pero pasan los años
y nos llega la edad,
nos hacemos mayores,
los ojos se nos cansan
los pies pierden su fuerza,
quizá corremos menos,
Y el frío que no teníamos
obliga a buen refugio,
y pensamos, pensamos,
en tantas cosas nuestras,
que nos dicen que el tiempo
que llevamos de vida
nos llenó de recuerdos
el alma y corazón.
Los hijos que soñamos,
algunos ya se fueron,
y una tarde cualquiera
cerraron nuestra puerta
en ademán de adiós,
pero quedan latiendo
sus juegos de pequeños,
sus gritos y carreras,
su escuela y tantas cosas
que guardamos celosos

cosas del corazón.
Y siempre codo a codo
la esposa bella y buena,
novia de tantos sueños,
las cartas de esos tiempos,
los dos en risa y llanto
su voz que guía el camino,
mano que nos levanta
del llanto y del dolor.
Nos sobran los recuerdos,
edad que ya tenemos
de los padres ya idos,
de hermanos que nos faltan
recuerdos que nos juntan
con rezos y con flores
Ya cosas de la edad.
Y muchas, muchas veces
cuando nadie nos mira,
el llanto nos traiciona
al recordar los rostros
de tanta gente buena,
Papá, mamá y un hijo,
y un hermano que ahora
son recuerdo y nostalgia,
del parque y la laguna

de nuestro pueblo viejo,
de la iglesia de niños
donde aprendimos siempre
de la mano sagrada
de nuestra madre Santa,
a confiar en la Virgen
una fe que ha crecido
Y que no tiene fin.
La maleta está lista
repleta de recuerdos,
de tantas cosas bellas
y tantas cosas tristes,
de canciones y gritos,
de colibríes volando
de lunas bien redondas
y cometas de dulces,
de las caritas bellas
de mis niños jugando,
la voz de mis hermanos
del viento que me grita
un salmo agradecido
de tanto recibido,
que ahora que soy grande
lo entiendo y lo agradezco…
Son cosas de la edad.