
A la orilla del camino
Típico de las historias, una mujer conduce en carretera libre, a tantos kilómetros de distancia y en plena compañía de la nada se le poncha una llanta al coche, entonces se baja, mira el desmadre y antes de echar unas mentadas al aire, abre la cajuela y mira que no lleva las herramientas necesarias para cambiar el neumático ponchado, aún así maniobra para sacar la llanta de refacción.
Casual que lleva un celular y que no hay señal en ese lugar, entonces camina en la búsqueda de al menos una línea del indicador de que ahí si hay red para poder comunicarse con quién sea y pueda ayudarle, después de caminar varios metros con el aparato por encima de la frente intenta comunicarse, casi lo logra cuando se ha quedado sin batería.
Cómo en todas las historias, no queda más que esperar al buen samaritano que se compadezca de la mujer y le ayude a resolver el problema, pero después de una hora no pasa ni alma, entonces la caída del sol comienza a poner en un estado de completo nerviosismo a la mujer, “hubieras cargado el chingado celular” se repite una y otra vez…
Típico, que al otro día por fin llega la ayuda, el carro se encuentra orillado y con las puertas abiertas, pero la mujer que conducía y el cadáver que llevaba en la cajuela ya no están en el carro.