El Papa en México
Parte de su discurso fue dirigido directamente a los cardenales Norberto Rivera y Alberto Suárez Inda
La expectación es inmensa. El itinerario elegido por Jorge Mario Bergoglio, desde Chiapas hasta Ciudad Juárez, enfrentará a México a algunos de sus mayores problemas: violencia, migración y pobreza.
El Papa dejó el Centro de la Ciudad de México a bordo de un Fiat cubierto. Ha dejado descansar al papamóvil. Francisco deja claro en su discurso a obispos mexicanos que sabe de las peleas entre los cardenales Norberto Rivera y Alberto Suárez Inda. El primero es el polémico cardenal acusado de encubrir a Marcial Maciel. El segundo es el arzobispo de Morelia, Michoacán, ciudad que el Papa visitará el martes. Ambos personajes han tenido disputas por la jerarquía eclesiástica mexicana.
El Papa, en su discurso ante los obispos, marcó las líneas maestras de su viaje. El combate contra la corrupción, el apoyo a los pueblos indígenas y la vuelta a la evangelización forman un bloque destinado a frenar el declive del catolicismo en México.
Pero en su mensaje ha incluido también un varapalo al modelo tradicional del clero, a los modos jerárquicos de los obispos. “No se necesitan «príncipes», sino una comunidad de testigos del Señor”, clamó en la catedral de la Ciudad de Mexico, uno de los baluartes más conservadores de Latinoamérica.
El Papa ha terminado de hablar en la Catedral frente a los obispos. Fue un duro llamado de atención para que dejen de actuar en las sombras y recuperen el trabajo pastoral con las comunidades en un país muy afectado por la violencia.
El Papa se sale de su discurso escrito para pedirles a los obispos a que se digan las cosas a la cara, que dejen de hacer política en los pasillos y en la oscuridad.
“Si se tienen que pelear, peleen”. No se necesitan «príncipes», sino una comunidad de testigos del Señor. Si tienen que pelearse, peléense. Como hombres, en la cara, pero como hombres de Dios, y mantengan la unidad del cuerpo episcopal.