
Regresar
Se había ido con el viento, la ciudad se había quedado atrás y también una historia que recordaría por el resto de su vida pero que, por el momento, se encontraba guardada como carta dentro de un sobre de color incertidumbre. La carretera se hacía nada conforme avanzaba y allá atrás, en el pueblo, se quedaba la bifurcación donde ambos retomaron su camino.
“Pueblo querido, si me voy de ti es por jodido, si regreso es por pendejo”, se escucha una canción que es apagada al momento. Rueda una lágrima que podría ser de ilusión mezclada con arrepentimiento, misma que se camufla entre el sudor que el sol de la carretera al mediodía suele provocar.
El polvo del camino por momentos se colaba por algún lugar, en tanto la naturaleza muerta del paisaje daba señales de vida en tallos y zacates dorados que en su raíz mantenían la negación a la muerte, aferrándose a la tierra donde, tarde que temprano, habrán de caer.
Se había ido con el viento, la ciudad se había quedado atrás con sus jardines, monumentos y luces confusas; entre burdeles y semáforos, fuentes y edificios piramidales, ahí donde surgió el beso que marcó el comienzo y la cuenta regresiva de la tragedia disfrazada de alegría, con azúcar y un poco de sal.
Al llegar al pueblo suenan las campanas, el viento sopla como dando la bienvenida, y pronto la lluvia hace que se levante el olor a tierra, se acabaron las fiestas, se acabaron los fines de semana en el antro. Regresa al pueblo por culpa de una pandemia, regresar al infierno que le significa ponerse una máscara de hombre “heterosexual”.