RETRATOS HABLADOS

RETRATOS HABLADOS

¿Quién gana al final del día? El ciudadano no

Terminada la jornada electoral, hoy nos levantaremos para mirar el país, nuestro Estado, y preguntarnos si después de todo ha valido la pena apostar tanto a una elección, como si esta pudiera tener poderes mágicos para cambiar una historia que nunca ha sufrido modificaciones sustanciales ya que siempre han sido los mismos que pelean el poder, y otros los que simplemente observan.

Sin embargo hay un avance sustancial: el ciudadano, no el pueblo porque este es un invento de los líderes demagogos. El ciudadano, sí, tú, yo, ella, los que tienen rostro y no forman parte de ninguna masa informe que se moldea al gusto del que la usa para sus fines muy particulares, recuperaron la confianza en el poder que tiene su voto razonado, individual, único.

Es cierto, la muchedumbre, la turba, la “gente” de Serrat que lo mismo sirve para llenar estadios, hacer la ola y que los agarren a porrazos, es la que inclina al final de cuentas la balanza para saber quién se apodera del poder durante los próximos años, pero es el ciudadano el que guía los cambios reales, no transformaciones de discurso y de obsesiones.

Poco a poco avanzamos en la generación de una conciencia ciudadana, no conciencia de pueblo, de muchedumbre o de “gente”. Ahora entiendo por fin al maestro Serna cuando titulaba sus trabajos con esa “conciencia ciudadana”, que nada tiene que ver con el sentimiento de masa, algo así como lo que dicen nos salvará de la pandemia del Covid-19 al adquirir la inmunidad de rebaño.

En muchos sentidos estamos a tiempo de recuperar el sentido de ciudadano, porque como tal no sirve a los políticos ni les servirá nunca, y por eso le interesa muy poco a dichos personajes. El ciudadano trabaja en los espacios más personales de su vida, que son su familia, sus seres cercanos y queridos, y por trabajo me refiero a cobrar conciencia de que un verdadero cambio sólo puede lograrse a partir del ejercicio cotidiano de persona a persona, de la tarea que lleve a recuperar la fe y esperanza en el ser humano.

Los que hablan a las “masas”, a la “gente”, tiene en términos reales muy poco interés en lo que suceda en lo individual al ciudadano, porque además quien los lleva al poder son los muchos que casi siempre tienen una carencia grave de conciencia, pero que son efectivos para el asalto a los grandes cargos públicos.

No sé qué esperábamos de las elecciones de ayer pero al cerrar la noche empezamos a descubrirnos como feligreses de iglesias sin ninguna presencia divina, y sí en cambio de remedos sin ninguna fortaleza.

Ayer aprendimos que como ciudadanos somos más que las multitudes, el pueblo dichoso que ha funcionado siempre desde que se le inventó. 

Cierto, el ciudadano conforma finalmente al pueblo, pero en ese proceso, no al revés cuando de pronto se usa su figura para asuntos de poder; y el poder, lo sabemos desde hace mucho, pero mucho tiempo, poco tiene que ver con la vida ciudadana.

Pero, y pese a todo, si algo debe ser reconocido, es que cuando menos contamos con árbitros que sí hacen bien su trabajo, la tarea de conducir con honestidad los procesos electorales, aunque esa cualidad tal vez ayer mismos haya firmado sus actas de defunción.

No sé, de nueva cuenta lo digo, qué esperábamos de una elección, como no fuera la confirmación de que vamos derecho a un despeñadero porque el pueblo inventado por los adoradores del poder simplemente funciona a la perfección en esta escenografía que se repite cada determinado tiempo.

Mil gracias, hasta mañana.

jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico

@JavierEPeralta

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