Pido la Palabra

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La fiesta del pueblo…

Pues bien, ya llegaron, ya están aquí, los chambelanes a esta fiesta del pueblo ya se encuentran tocando a nuestra puerta; los invitados vienen ataviados con ropaje de distintos colores: rojos, verdes, azules, naranjas, amarillos y hasta un guinda que empieza a pellizcar y aventar a las parejas haciéndose la víctima y acusando a los demás de no haber aprendido a bailar; arremolinados, todos quieren ser los primeros en entrar; al abrirles la puerta, enseguida se colocan en su rostro una máscara que asemeja una sonrisa de oreja a oreja.

Todos ellos quieren ser el centro de atención en esta fiesta de la Colonia Democracia, y para ello, nos mostraron sus manos recién lavaditas, para que todos veamos que las tienen limpias, aunque jamás pudimos ver la probablemente negra conciencia que la máscara esconde; entre gritos y manotazos que mutuamente se dan para hacerse notar ante el dueño de la casa, se logra escuchar la queja de que el administrador de la vecindad trata de ayudar a uno de esos invitados a colocarse en el primer lugar de la fila, pero nos ocultan que ellos también hicieron lo mismo en las fiestas que organizaron en sus respectivas viviendas.

Cada uno de los que solos se invitaron a esta fiesta –pues nadie les pidió estar aquí- tienen sus garbos que los distinguen de los demás; algunos vestidos de verdes, por ejemplo, son jóvenes entusiastas, a leguas se ve que son de la high socialite, educaditos, bien disciplinados y no hacen tanto ruido para querer entrar pero que se cuelan con aquel que sienten les puede ayudar a entrar más rápido, aunque quizá su único defecto sea que no tienen la experiencia para bailar al son que al dueño de la casa le gusta; un bailador más experimentado se los puede chamaquear.

Los azules, en anteriores fiestas prácticamente han pasado inadvertidos, pues a los anteriores dueños de su vecindad les pusieron tantas trabas y castigos que parecía que no se volverían a presentar a otro baile queriendo ser protagónicos, pero ya están aquí, claro que como siempre, llevando a flor de piel el argumento de que ellos van a entrar primero; esperemos que su exceso de protagonismo no provoque que se los lleven a otro baile.

Algunos que visten de azul ya no son tan jóvenes; otros, poco conocidos, pero con cierta experiencia para la bailada (característica bastante apreciada en la fiesta a la cual pretenden ingresar) solamente se aconseja no dejar pendientes con familiares que los vayan a interrumpir a media melodía y los quieran sacar de la fiesta y exhiban su mal bailar ante todos los demás invitados.

Respecto a los rojos, a estos muchachitos para venir a esta fiesta hasta tenis nuevos les compraron, mostrando enseguida que son unas “chuchas cuereras” en eso de organizar bailes populares, comprometiéndose en todo momento en poner más alma, más vida y más corazón con tal de entrar a la fiesta y ganar el concurso de baile que la vecindad ha organizado: “Bailando por un hueso”; muchos años han ganado el primer lugar y por eso se sienten confiados, pero cuidado, la confianza mató al gato y los demás contendientes también pueden tener buenos bailadores que les den una batalla honesta en estas lides de bailar.

En esta fiesta también se están presentando algunos maestros…de baile, cuyo nivel de adaptación los convierte en bocadillo apetecibles de los demás bailadores y algunos los han convencido para que les obsequien algunas piezas musicales, pues saben moverse al compás que les toque su maestra de baile vitalicia.

A los bailarines del equipo guinda, todo el tiempo se la han pasado discutiendo, da la impresión de que todos quieren ser el Fred Astaire del concurso; aunque de todo se enojan, por todo pelean y al final terminan formando parejas independientes que debilitan el estilo de baile que habían concebido; unos quieren bailar sones tropicales, otros más siguen las ideas musicales de los que se dejan imponer un estilo más versátil de otro que no pudo entrar directamente al baile; al final, se ve que cada cual baila por su lado, y provocan a los demás bailadores y con ello ocultar su poca experiencia en concursos sin hacer trampa ¿así querrán entrar al ánimo del jurado calificador?.

El resto de los descoloridos bailadores que quieren entrar a esta fiesta, son solo chiquillos que están jugando a convertirse en grandes…bailarines, pero aún tienen que ensayar muchas piezas musicales por sí solos, ya que la guaracha del sureste que les estaban enseñando, se ha visto que ya no es del agrado de los jueces, pues su ritmo ha seguido una tonadita que aburre. Ya empieza el baile, ¡música, maestro!

Las palabras se las lleva el viento, pero mi pensamiento escrito está.

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