PEDAZOS DE VIDA

PEDAZOS DE VIDA

El miedo 

En la escuela una vez nos dijeron que el miedo forma parte de los instintos que el ser humano tiene para sobrevivir en momentos que requieren de un rápido actuar. Todos sentimos miedo en algún momento de nuestra existencia y sólo en esos instantes sabemos lo que podemos llegar a hacer o en lo que nos podemos convertir.

La sangre se había convertido en un espejo que se extendía alrededor de la cabeza del hombre que yacía en el piso, las orillas comenzaban a secarse, pero de la parte más cercana a la herida se mantenía fresca. La vida se le había ido y no había forma de remediarlo.

Vicentito, como le decía la tía Lolita, era un hombrecito de apenas un metro sesenta centímetros de alto, lampiño y flaco como un fideo. El orgullo de la familia López y alumno de excelencia en la universidad, estaba tumbado en el piso, con la herida que apenas  se alcanzaba a cubrir con la mano. Estaba ahí, en el margen tan delgado que se forma entre la vida y la muerte cuando se ha recibido tremenda puñalada.

Nunca fue violento, nunca se supo que peleara en la escuela, nunca tuvo confrontación alguna con los vecinos; por el contrario, Vicentito siempre fue tranquilo, pacifista, y un vecino ejemplar, con su sonrisa iluminaba el seno familiar, con sus ocurrencias hacía que brotaran las carcajadas en el puesto de los tamales, en la tienda de la esquina y hasta al salir de la iglesia. 

Vicentito estaba herido entre los sillones y al borde de la muerte. Su rastro de sangre  se podía ver por la habitación, desde el lugar donde recibió el golpe hasta la mesita donde estaba el teléfono que ocupó para llamar a la policía; del otro lado, estaba el cuerpo inerte del ladrón, con el agujero en la cabeza, y el charco de sangre. El miedo a que dañaran a su familia, y el miedo a morir lo convirtieron en un asesino, de esos que sólo se defienden, pero que también son encarcelados. 

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