Pido la palabra

Pido la palabra

El río está muy revuelto…

¿Qué está sucediendo en la vida política y social del país? El mundo político anda a la greña, nada más esperando el error del contrario para hacerlo notar y exhibirlo y quizá hasta perseguirlo, algunos viven muy atentos al paso en falso que den los demás para utilizar ese error en su beneficio sin privilegiar las ideas, solo el ataque.

Este es un síntoma inequívoco de la degradación política y social en la que estamos cayendo y de la deformación de los valores en la sociedad, y aunque nos cueste trabajo reconocerlo intuimos que en las próximas dos semanas este estado de cosas se va a ser recrudecer. Los ataques van a llegar desde diferentes trincheras, cada cual defendiendo sus particulares intereses, cada quien defendiendo sus privilegios, cada flanco defendiendo su esfera de poder.

Baste mencionar un solo ejemplo, el accidente del Metro, en este asunto se ha tratado de explicar mediante estrategias que dan la impresión que la pretensión es tratar de enfriar el ánimo de aquí al 6 de junio, explicado desde diferentes ángulos, pero en ninguno de ellos hasta el momento se nota la verdadera intención de buscar culpables, y si los hay, se buscará quizá a algún despistado que esté mal parado y decidan hacer que se tambalee para jalar las miradas hacia ese escenario.

Hagamos un alto en el camino y veamos si alguno de los actuales actores políticos se ha referido a las condiciones generales de trabajo de quienes por la falta de apoyos gubernamentales se tuvo que cerrar la fuente de empleo; si alguno ha señalado la creciente inseguridad que incluso hoy se ve materializada en algunos de los candidatos, tal y como lo hemos sabido por la información nacional.

No se trata de inventar el hilo negro y el agua tibia, tampoco se trata de vendernos a los candidatos como el mejor producto de la creación, aunque un Partido siga insistiendo en que una sola persona es la única que merece la pena el seguir siendo apoyada, y con esto, despreciando el probable talento que las comparsas llamados candidatos de ese Partido puedan ocasionalmente tener.

Los partidos políticos han apostado por el enfrentamiento, y yo no creo que lo que estén defendiendo sea esa democracia interpretada según los intereses de quienes la invocan, si así fuera, esos mismos líderes que ahora “la defienden” ya desde hace mucho se habrían tenido que retirar de la vida política activa, pues su sola presencia sería sinónimo de antidemocracia y autoritarismo.

Este enfrentamiento para medir fuerzas que se está dando en nuestro país en nada se parece al auténtico movimiento que se requiere para buscar la verdadera igualdad de derechos y obligaciones, más bien da una imagen de ser una pugna de berrinches en donde cada cual agarra sus canicas e invita a sus respectivos amigos a un juego donde todos se sienten vencedores.

Luchar contra la cerrazón de la violencia, contra intereses ajenos a las mayorías, es desgastante y no pocas veces lleno de frustración, y lo es mucho más cuando la gente está alucinada por el canto de las sirenas de aquellos que aprovechándose de la necesidad de los ciudadanos, les dice exactamente lo que estos anhelan escuchar, y a veces es tal la desesperación y nobleza de los seguidores, que se aferran a esa ilusión que las más de las veces es solo demagogia y retórica sin ningún futuro, al menos no para las mayorías pero si para aquel que las utiliza solo para su beneficio personal.

En México no debe haber cabida para liderazgos sin escrúpulos que no dudan en utilizar a los ciudadanos para su particular interés, que les engañe, que les prometa aún a sabiendas de que nunca les va a cumplir; la sociedad se está cansando y el incumplimiento les puede generar un sentimiento primero de amargura, de odio y después de venganza, ya se vio en Chiapas con el candidato que la población retuvo por mentiroso e incumplido. Sin embargo, no olvidemos que aún en las peores circunstancias, nada debe ser con la fuerza, sino con la razón y el derecho. Por eso Juárez fue grande, y hoy muchos tratan, sin éxito, de imitarlo.

Las palabras se las lleva el viento, pero mi pensamiento escrito está

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