Pido la palabra

Pido la palabra

El Alimento de la democracia…

Sordos y ciegos, esas son las consecuencias propias del frenético fanatismo que enloquece a los que tienen un cargo político, se sienten iluminados, se consideran muy por encima del resto de los mortales, piensan que solo su palabra tiene valor y nada ni nadie entiende el profundo sentido de sus conceptos sobre la filosofía del poder; según sus más recientes actos, creen que están para guiar al resto de las inocentes ovejitas, que el Gran Arquitecto del Universo les ha puesto en el camino.

Pero esa alucinación no les permite ver más allá de su nariz, esa obnubilación mental no les permite escuchar el verdadero reclamo de las mayorías con síndrome de minorías; y todo transcurre tranquilo en apariencia, pues a su modo de ver, todo lo tienen bajo control y nadie se atreverá a levantar la cara para reclamárselos.

Pero nuestros políticos de café, aquellos que ayer se ufanaban del desaire y ninguneo a un poder emanado de la voluntad popular, se olvidan de algo muy importante y que los hará perder mucho más de lo que ellos creen ganar, y es que HAN BORRADO DE SU MEMORIA QUE REPRESENTAN AL PUEBLO Y NO A LOS PARTIDOS POLÍTICOS; ningún aspirante merece un cargo popular, si es que está destinado a ser el tapete de una oligarquía o quizá de una sola persona.

La Patria y los verdaderos libros de texto nos han enseñado que debemos recordar a los héroes que nos dieron independencia y libertad, que son el camino para vivir en democracia; conceptos que nos hacen recordar que los tiempos de la opresión no deben presentarse nunca jamás, pues muchos mexicanos dieron su vida por esa causa, pero, ¿que acaso la sumisión no es una forma de opresión?

Tal y como ahora se conducen, los Partidos Políticos han asumido un papel de órganos de control social, en donde esa anhelada libertad y derechos ciudadanos están acotados y a veces hasta truncados por los propios partidos que supuestamente representa a los sectores sociales; pues inexcusablemente ahí, en los institutos políticos que es en donde se supone debe darse en todo su esplendor “la democracia”, es precisamente en donde menos se percibe; los dedazos para ungir a un candidato no es por el mandato del pueblo, pues nunca se les consultó y mucho menos escucharon sus legítimos reclamos, al contrario, se les exhibe como traidores que le hacen el caldo gordo a los adversarios.

Todo controlado por las cúpulas del poder, al ciudadano solo se le ha otorgado el derecho de hacer acto de presencia para aplaudir los planes de trabajo previamente masajeados, y que después los presentarán pomposamente como si “toda” la militancia hubiese aprobado dichos programas, la democracia dirigida y controlada no es de ninguna manera democracia; pero se justifican al “sentir” que el ciudadano no ve, no oye, no entiende; las seudo-consultas solo sirven para legitimar las imposiciones.

Los servidores públicos deben ser una institución emanada de los más nobles principios de la libertad, de la igualdad y la fraternidad, y como auténticos representantes del pueblo, deben ser garantes del respeto de los derechos fundamentales que la Carta Magna establece. Pero hoy, todo se degrada, todo se disuelve con una alta dosis de negación alejada de los principios y necesidades básicas de la sociedad; olvido que causa vergüenza, la sociedad que debe ser el fin, solo ha sido utilizada como el medio.

Pero eso sí, cuando se trata de que nuestros representantes populares tengan una participación activa en beneficio del ciudadano, salen con la justificación de que dicha ayuda deben realizarla en el marco de las posibilidades y de los tiempos, es decir, solo contamos para ellos en función de los votos que les puedan representar a su favor.

La mesa de candidatos está servida, ahora corresponde a nosotros los ciudadanos, los verdaderos mandantes y dueños de la soberanía, el determinar el platillo que mejor alimente nuestras aspiraciones democráticas.

Las palabras se las lleva el viento, pero mi pensamiento escrito está.

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