
Tanto caminar para perdernos en el camino
Como todos los días nos levantamos para acudir al trabajo, los que podemos hacerlo, pero siempre con el miedo de que el más mínimo error nos traiga como consecuencia el contagio y todo lo que pueda derivarse, si nos toca una de las tantas variantes que se caracterizan por su agresividad. Rogamos no estar en el lugar equivocado, ni a la hora equivocada. Han sido demasiados los avisos recibidos para dar un traspié producto de la confianza excesiva en la suerte.
Lo único real es que la historia no tiene para cuándo terminar y será el fantasma que espante a muchas generaciones, luego de diezmar a la que hoy se mira con incredulidad cuando se entera de tantas y tantas tragedias para las que no hubo camino de escape, forma de esconderse o pasar desapercibida.
No hay remedio para el daño que ha causado, ni en la dramática pérdida de vidas, y mucho menos entre los que intentan a toda costa justificar su incapacidad, pero sobre todo carencia de sensibilidad humana para comprender que miles y miles de familias mexicanas sufren por la irreparable pérdida de uno o algunos de sus integrantes.
Sin embargo, la política continúa. Aquella ciencia que algunos llaman y fue producto de la reflexión humana, pero que pareciera haber adquirido vida propia, ajena a sus creadores hasta el grado de cercenarles la capacidad de comprender el sufrimiento de sus semejantes, y por lo mismo saber que nada es más importante, ni obra emblemática, ni tren del futuro, que el bienestar de una persona.
Todo queda exhibido cuando un desastre como el que vivimos llega, y nada puede ni debe volver a ser como antes porque simple y sencillamente ya no se puede. Quien haya sufrido el calvario de esta enfermedad de manera directa o indirecta, entiende que el dolor hermana, pero también distancia para siempre de los que nunca lograron por lo menos comprender el hecho.
Día a día es todo un avance, un logro inobjetable y vital, porque seguir con los pulmones capaces de jalar aire, distribuirlo y volver a empezar la tarea es toda una proeza, única porque es la vida misma.
No, todavía tendrá que pasar mucho tiempo para que regresemos al tiempo feliz en que respirar era asunto que nadie ponía en duda, y mucho menos adelantaba un riesgo para que así continuara.
Por eso, pero también por muchísimas otras razones, es que al paso de los años la lucha por el poder se comprende menos. ¿Para qué el poder, alcanzarlo, si en el trayecto se pierde uno mismo?
¿Para qué la gloria del reconocimiento popular, si el que buscó con ansiedad ayudar a sus semejantes, se perdió irremediablemente en el camino?
¿Para qué todo si somos unos desconocidos ante nosotros mismos, cuando supuestamente se ha llegado a una meta?
Mil gracias, hasta mañana.
@JavierEperalta