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Nos miramos
Esta será la cuarta columna de cuatro que se centrará en la mujer durante este mes. En ella aprovecharemos el contexto de Semana Santa católica para procurar cerrar esta serie.
La semana santa tiene dos sentidos fuertes que se necesitan y complementan para poder entenderla equilibradamente. Por un lado aparecen el dolor, el desprecio, el castigo, el rechazo, el golpe físico y la muerte. Por otro lado, la alegría, la victoria, la mejor vida y el resurgimiento de quien trabaja por la paz. Estos dos sentidos serán los que nos guíen.
Lo más urgente, por ser lo más cruel, que hay que evitar es el maltrato a la mujer. La manipulación psicológica, la culpabilidad, el control, la dependencia económica, los golpes, las muertes por ser mujeres no es de justicia ni se entiende. No es de justicia porque esta es la primera que gira el rostro para mirar a otro lado. ¿Será tan complicado tener ministerios públicos “rosas”, integrados por mujeres, con psicólogas, abogadas y doctoras especializadas en temas de cuidado a las mujeres violentadas? No se entiende, porque mucho más allá del patriarcado hegemónico o de cualquier otro tipo de explicación, dar el paso hacia agredir o matar a otro implica un nivel absolutamente diferente. Quien llega a estos extremos es un asesino, es alguien que se presenta como capaz de romper lo más íntimo de sí mismo y del otro. Esto ni se justifica ni se entiende desde ninguna idea. La vida siempre es más que lo que se cree o piensa. El ninguneo, la quiebra del rostro, la ruptura con la otredad tiene que perseguirse, denunciarse y castigarse sin descanso.
Dígase lo mismo de la igualdad en los salarios y en las oportunidades laborales. ¿Tanto cuesta revisar nóminas, pagos de impuestos en IMSS y poner multas muy serias a las empresas que no tienen este criterio elemental de equidad? Si lo anterior y este tema no se cuidan es porque no se quiere, no porque sea muy complicado o no se pueda. Los responsables (violentadores, empresarios, políticos, jueces, inspectores, corruptos…) tienen en sus manos la posibilidad de solución.
El segundo sentido que mencionábamos tiene que ver con la alegría, con la alegría de vivir. Para mi gusto, muy personal, pocas cosas hay más bellas y profundas como cuando al final de las bodas las mujeres se unen, bailan y se divierten ellas solas. Hagan la prueba de admirar esta situación. Por algún motivo tienen un cordón umbilical que les amarra a la vida, a la alegría, al compartir y al reír. Mientras, los varones están sentados, fumando, bebiendo en demasía o en silencio. Claramente es una generalización, pero puede tener mucho significado.
Lo más ilusionante sería que lo imaginado sobre equidad y felicidad se consiga cuanto antes y el sentido del dolor y del sufrimiento desparezca urgentemente. Así como la semana religiosa acaba con el resurgimiento, de la misma manera le debemos a las mujeres como sociedad la seguridad, igualdad y posibilidad de una vida plena en todos los sentidos. No dejemos este pendiente hasta el siguiente 8 de marzo, ninguna muerte ni ninguna manipulación es un costo aceptable hasta que llegue el advenimiento de la plenitud vital femenina.