
“EL GREÑAS”
Siempre me he llevado muy bien con todos mis amigos y una vez que salimos de trabajar, me alcanzó mi amigo “El Greñas” y me dijo:
- Mañana sábado van a llevar a bautizar a mi hijo; no invité a mis compañeros porque luego se pasan con las cubas y comienzan a regarla, ya ves que los del barrio del Mosco también son repeloneros.
- ¡Allá nos vemos! ¿A qué hora te caigo?
- ¡Después de las 3 de la tarde! Pero no me vayas a fallar.
- ¡No! ¡A la gorra no hay quien le corra!
Yo vivía en el barrio del Arbolito, así que íbamos a estar de lado a lado, cuando llegué, me estaba esperando en la puerta de su casa.
- ¡Que bueno que llegas! Pásale, te voy a presentar a mis compadres.
Me llevó a la mesa donde estaban.
- Compadritos, este es mi amigo “El Gato”
- ¡Mucho gusto, joven! Mi compadre ya nos había hablado de usted.
- ¡El gusto es mio, sigan comiendo, provecho!
“El Greñas” me llevó del brazo a la mesa donde estaba su mamá y le dijo:
- Jefecita, le presento a mi amigo “El Gato Seco”
La señora se levantó muy atenta, me saludó apretándome la mano muy fuerte, era una señora grandota y bien mamada.
- Me da mucho gusto conocerlo, joven, mis hijos me han hablado mucho de usted. Ramona Hernández para servirle, pero siéntese.
La señora me hizo un lugar y le dijo al “Greñas”:
- Hijo, tráele un vasito de pulque o lo que quiera tu amigo, dile a tu mujer que le sirva de comer. Pero antes, tráenos una cuba para ir calentando el gañote
- ¡Salud, señora!
- ¡Vamos a aventarnos una cruzada, castigo al que se atrase! Salud, hasta el fondo se conocen los amigos.
Nos la aventamos de jalón, la señora me dijo:
- Quedamos empatados, le van a traer un molito de guajolote, que me cae que se va a chupar las uñas, con unos frijolitos, con tortillas saliendo del comal.
Comí como pelón de hospicio, estaba todo muy sabroso. Pasó el tiempo y entre trago y trago nos pusimos muy contentos, la señora me preguntó:
- ¿Qué le parece la mina, joven, le gusta? Porque el minero es bien cabrón. Hubiera usted conocido a mi difunto marido, era un hijo de todos modos, siempre llegaba borracho, con ganas de pelear y sin dinero, parecía que trabajaba en la peluquería, el cabrón, le pagaban con pelos. ¡Salucita, joven Gato!
Como ya era tarde, le pregunté al “Greñas” a qué hora era el bautizo, me dijo que era a las 5 de la tarde, en la Iglesia de la Asunción, le dije que se apurara porque eran cuarto para la cinco, salió corriendo y le dijo a su vieja.
- ¡Apúrate mujer, que ya nos chupó la bruja, ya es muy tarde, vámonos Gato, al rato le seguimos!
Caminamos lo más aprisa que pudimos, a pesar de que mi amigo “El Greñas” vivía cerca de la iglesia, llegamos después de las 5, el sacerdote le dijo:
– ¡Lo siento mucho, se acabaron los bautizos!
El Greñas le contestó:
- ¡Pero padrecito, si apenas son las 5 de la tarde!
- ¡Se les dijo y además ya saben que hay que llegar una hora antes, para que escuchen las pláticas!
“El Greñas le dio miles de argumentos al padre, pero ninguno pegó.
- ¡Sigan su fiesta, acábense de emborrachar y otro día con calma traen a la criatura, con mucho gusto se los bautizo!
Como todos íbamos medios chiles, comenzó la discusión con el sacerdote, que enojado les dijo:
- ¡Hagan favor de salirse, de lo contrario los voy a mandar a sacar!
“El Greñas” enojado, le contestó:
- ¿Por qué nos vamos a salir?
- ¡Porque esta es la casa de Dios!
- ¡Es de Dios, pero no de usted!
El señor cura se levantó de la silla donde estaba sentado, y casi gritando, muy enojado, les dijo.
- ¡Ya les dije que no voy a bautizar a su hijo! ¿ No entienden?
“El Greñas”, apachurrando su cachucha con las manos, tembloroso, le dijo:
- ¡Mire usted, padrecito, mis compadritos vienen de un ranchito de por la sierra, tienen que regresar a su casa, está muy lejos!
- ¡Eso a mí no me importa!
- ¡Le vamos a pagar, padre!
- Por este sacramento no se cobra ni se da limosna, además no se puede negar pero hay una hora, que se debe respetar.
“El Greñas”, enojado le dijo:
- ¿Entonces no lo va a bautizar?
- ¡No!
- ¡Pues fíjese que sí. Ahora me lo bautiza a huevo!
El sacerdote mandó a llamar al sacristán, que llegó corriendo y comenzó a empujar a la gente para que se saliera, doña Ramona le dio un jalón de greñas y le dijo.
- ¡A mí no me empuje baboso, vaya a empujar a su madre!
Comenzó el desmadre, haciendo mucho escándalo, dentro de la iglesia en esos momentos entró un padrecito ya viejito y les preguntó:
- ¡Por el amor de Dios! ¿Qué es lo que pasa?
Besándole la mano “El Greñas” y sus compadres le contaron que el padrecito se había amarrado su calzón y no quería bautizar a su hijo, porque llegaron barriéndose a las 5 de la tarde. Todos querían hablar al mismo tiempo, no se les entendía, el cura le dijo al sacerdote.
- ¡Por favor bautízalo!
- ¡Pero señor cura, llegaron muy tarde!
- ¡Por favor, te pido que lo bautices, termina con el escándalo que están armando en la casa de Dios.
Todos le dieron las gracias al padrecito y le besaron la mano y se retiró, el que estaba que se lo llevaba la grosería era el otro padre, estaba muy enojado y les preguntó:
- ¿Cómo se va a llamar el niño?
- ¡Cuauhtémoc!
- ¡Ese nombre no le puedo poner!
- ¿Por qué?
- Porque Cuauhtémoc, no fue ningún santo, necesitan ponerle otro, por ejemplo Jesús Cuauhtémoc
El Greñas, mirando a su vieja, le dijo:
- ¿Cómo la ves?
- ¡Da lo mismo a uno lo crucifican, al otro le queman las patas, que le pongan así!
Le echaron el agua bendita al niño, los padrinos aventaron el bolo y todos regresamos contentos a la pachanga, la señora Ramona decía:
- ¡Pinche padrecito, no quería bautizar a mi Cuauhtémoc!
Doña Ramona, era bien cotorra, alegre bailaba de tocho morocho y bien chupadora:
- Órale joven Gato, digamos salud, como decía mi difunto, “no solo el pulque sirve para apendejarnos, sino también para hacernos olvidar las penas y ponernos alegres”.
Pasaron las horas, yo estaba muy contento, todo me daba risa, que si el minero para platicar es grosero, madre y su vieja eran igual, me dijo doña Ramona.
- Mire don Gato, yo como le digo a mis hijos, “no sean como su pinche padre, que en paz descanse, él no les dio escuela a mis pobres hijos nada más les falta rebuznar”. Yo quiero que mi nietecito estudie y sepa leer y escribir.
La señora Ramona, se soltó a llorar.
- Mire usted joven Gato, verdad de Dios que me da mucha tristeza ver a mis hijos jóvenes ya enfermos de la mina, a mi hijo “El Frijol”, lo ataca mucho la tos y apenas tiene 20 años.
Se limpiaba la nariz, le escurría el moco, llegó “El Greñas” y me dijo:
- ¡Ya, pinche Gato! ¿Qué le haces a mi jefa?
La señora abrazó a su hijo “El Greñas”, le dio de besos y no dejaba de llorar.
- Este es mi “Greñitas”, se parece tanto a su padre, hasta en lo pendejo, el día que se muera, lo voy a extrañar mucho.
- ¡No me chingue jefa!
- ¡Espéreme tantito joven Gato, voy al bañito, retacho, no se vaya a ir.
Como ya era de madrugada me despedí, de todos menos de la señora que se quedó dormida en el baño. Una fiesta de barrio y con una familia de mineros, dura por lo menos tres días.