HOMO POLITICUS
Oscuro, incierto e intricando, desde la liturgia acostumbrada la danza de los escogidos, desde allí se mueve 2016.
Nada tan satánico ni tan satanizado como el proceso electoral, no por las implicaciones de la contienda misma, sino por la selección de candidatos, donde la liturgia es eso, un proceso cuyas intrincadas vertebras pocos atinan a descifrar, pero vayamos por partes.
El primer paso de la liturgia estriba en no equivocarse, es decir no enemistarse con ninguno de los grupos en contienda y pertenecer al que aparenta ser más fuerte, aquel que sigue las líneas del poder. Hay que permanecer callado pero no en silencio, no verse en las ansias locas pero tampoco en el desinterés, no entrar en reuniones equivocadas y no ser invisible, pero tampoco demasiado visible.
El acto segundo es todavía mejor. Se debe tener un haz bajo la manga, un padrino o grupo de padrinos que suelen dirimir quien es el “bueno”, habitualmente cuando se reúnen preguntan: 1. ¿Quién quieren que sea?, 2. ¿Quién debe ser? Y, 3. ¿Quién conviene que sea?
Por si fuera poco existe un tercer acto. Si el poder proviene de un solo timón la decisión no es en cabildo, es unidireccional con la ayuda del dedo, en este caso el acto segundo se reduce a la fusión unipersonal de los cuestionamientos.
Observando y estrechando las condiciones de facto, las estructuras partidistas no parecen tener otras lógicas que las descritas, pero existe todavía una variable importante, dinero. Se acuerdan la frase del profesor “un político pobre es un pobre político”, bien rige y rige en serio.
Lo paradójico de todo esto, suele ser el cuarto acto. La liturgia satánica tiene un halo de simulación, porque los partidos le dicen a las bases militantes que serán tomadas en cuenta, cruento velo de la maldad conocido por todos, pero, pero, pero, invariablemente se habrá de repetir, después de todo es parte de la liturgia.
Los ritos satánicos persisten, ahora llegó la hora de saber quiénes son los diablos nominados.