
Madurez
La casa estaba vacía, no había nadie. Dejó sus llaves en la mesa de su cuarto, conectó su celular y comenzó a jugar, no era tiempo para ver a la familia y lo mejor que le había pasado era llegar y no escuchar reclamos, regaños ni sermones de la familia.
Les dijo a sus padres que estaba hasta la madre, que ya no podía más con tanta presión que le provocan sus comentarios, que por eso ya no salía de su cuarto para comer, desayunar o cenar, que siempre buscaba el momento idóneo para salir como ratón y comer solito en la cocina.
Estaba harto de que le dijeran qué hacer, qué no lo bajaran de holgazán, sólo porque prefería estar encerrado en su cuarto jugando en el celular, viendo videos o hablando con sus amigos, estaba “hasta la madre” de que le dijeran que tenía que limpiar su cuarto, lavar sus trastes y barrer la casa.
Sin más, tomó una mochila con ropa para pasar el fin de semana y se fue a buscar plan con los amigos, pero Kevin no contaba con que sus amigos tendrían sus propios planes, que ellos tenían sus propias responsabilidades y que a pesar de todo el desmadre que hacían juntos, ellos tenían que cumplir con sus labores en casa.
Toda la tarde estuvo vagando por el centro de la ciudad, buscando conexión a internet gratis, y aunque al final del día logró su cometido, fue inútil porque su móvil se había quedado sin batería. Así que regresó a casa con el rabo entre las patas, con su maleta de ropa y un frustrado fin de semana. No había nadie, se encerró en su cuarto, dejó las llaves en la mesa y conectó su celular, aunado a los mensajes de su familia estaban los de los amigos.
Fue como a la una de la madrugada cuando fastidiado de las llamadas y mensajes que no lo dejaban concentrarse en el juego que estaba por ganar, se enteró de que ya no tenía familia, que los cuerpos fueron rescatados entre fierros retorcidos. Así Kevin comenzó a madurar…