EL PEQUEÑO TIMMY

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EL PEQUEÑO TIMMY

El pueblo bueno, el pueblo sabio… 

Nos acostumbramos al agandalle, a que nos dijeran que sí y a la mera hora resultara que siempre no, qué porque no alcanzó. Nos acostumbramos a formarnos en largas filas para poder ser contemplados y nos acostumbramos a llegar a las cinco de la mañana para apartar lugar en la fila del seguro. Nos acostumbramos a meternos en las filas de los conciertos y en la de la venta de los boletos de la feria, nos acostumbramos a la corrupción disfrazada de “te aparté tu lugar”. 

Nos acostumbramos a formar la cubeta para ver si alcanzamos del sobrante de la venta de Liconsa en las lecherías, y nos acostumbramos tanto a buscar ser de los primeros en la fila que ahora que hubo registro en línea y se tuvieron todas las dosis necesarias contra la Covid-19 en Pachuca, no hubo confianza en que esto fuera así, el reflejo de las grandes filas y el desorden que hubo en el recinto ferial no sólo obedeció en parte a la falta de organización y logística sino a la forma en que piensa el mexicano. 

Crear una nueva cultura en un país donde siempre ha reinado la ley de la jungla, en donde cada quien se rasca con sus propias uñas, y en donde ha quedado al descubierto la cantidad de privilegios con los que contaba y aún cuenta parte de la clase política, provoca que en momentos como el de la vacunación en Pachuca, la gente se forme en plena madrugada, bajo sospechas de que vaya a haber  funcionarios gandallas como la tal Sonia Ocampo, que bajo el argumento de “sobraron unas”, se vacunen antes de tiempo.

Desgraciadamente no toda la culpa es de los organizadores de la jornada de vacunación. Sí, el pueblo también tuvo mucho que ver, tenían un pase a la vacuna, se hizo un registro previo, se informó que sólo personas de Pachuca y llegaron de cuantos lugares pudieron “para ver” si al igual que como sucedió con el caso de la secretaria general de la Sección XX del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Secretaría de Salud de Hidalgo (SNTSA), Sonia Ocampo, sobraban algunas dosis para la gente que no tiene “influencias” y que sí cumplían al menos con la edad. 

Tampoco faltaron aquellos gandallas que, haciendo a un lado lo que les quedaba de humanidad, quisieron meterse a la fila a pesar de que se les decía una y otra vez que todos y todas las personas registradas serían vacunadas. Nos acostumbramos tanto a prácticas tan incivilizadas que ahora que se buscan formas de erradicarlas pareciera que el bien o “lo bueno” es todo lo contrario, es decir aquello a lo que nos acostumbramos. 

Sin embargo, el pueblo tampoco es un pan de Dios, ya se vio con los centros comerciales llenos en plena contingencia sanitaria, ya se vieron las fiestas clandestinas que se organizan en Pachuca y de las cuales sólo una minoría han sido clausuradas, también se ha visto la forma en que bares y antros operan a discreción, aunque se tenga que entrar por la puerta de un refrigerador. 

Tampoco podemos hacernos de “la vista gorda” con aquellas fiestas familiares que se han organizado de forma clandestina, ni tampoco podemos decir que no hemos visto a quienes hacen reuniones para convivir en sus casas, las distintas celebraciones.

Podríamos seguirle con la cantidad de gente que se arremolina en la ropa de paca en los tianguis, con aquellos que salieron de paseo, los que han ido a visitar familiares, los que nunca guardaron la cuarentena, los que no usan cubrebocas (incluido el presidente) y un largo etcétera.

Pero el pueblo es bueno, el pueblo es sabio, lo único que pasa es que estaba acostumbrado a viejas prácticas que ahora están tan arraigadas que resulta muy difícil poder extirparlas, no está por demás ver la compasión, la comida compartida, los préstamos entre amigos, la gente que regalaba agua en las filas de la vacuna o que prestaban sus sanitarios para que los adultos mayores pudieran hacer del baño. 

A veces se necesita de una tragedia para conocer los dos polos de ese pueblo: el bueno y sabio que supo compartir, que despertó la solidaridad, que supo ponerse las pilas; y el otro, el que es atascado, el de bribones, el de los oportunistas y desesperados, el de las influencias, el que se ha acostumbrado a vivir en impunidad. Sí aunque no lo parezca una líder sindical también es pueblo, pero desgraciadamente ya se vio a cuál de los dos polos pertenece.