
Aprendan, poderosos, de la pandemia
Todos esperaríamos que la pandemia hubiera tenido efecto entre el selecto grupo de hombres y mujeres que detentan el poder en un país como el nuestro; es decir que les generara un sentido real de compasión hacia sus semejantes, entendida como la capacidad de ponerse en los zapatos del otro ser humano que lo acompaña en el escenario de la vida. Evidentemente la trascendencia de este acto es mayúscula en los que tienen por responsabilidad llevar la voz de sus votantes si son diputados o senadores al Congreso, y comprender las necesidades del ciudadano para atenderlas si son gobernantes.
En pocos hizo el efecto deseado, pero tampoco podemos caer en la tentación de generalizar. No ha sido así y qué bueno.
Sin embargo, es evidente que un amplio grupo de hombres y mujeres de poder siguen empeñados en una sola tarea: ampliar su presencia a través de la búsqueda de un nuevo cargo, siempre hacia arriba, o coronar su carrera política con el puesto ansiado y anhelado desde la juventud. Y está claro que alcanzado el sueño se buscará otro, y luego otro, y luego otro, hasta descubrir que nunca habrá satisfacción en asuntos de poder.
La pandemia ha dejado miles y miles de muertos en el país, en el mundo, pero ni así se da más prioridad a la vida y a su protección. No, lo que importa en realidad a los poderosos es acumular más espacios de influencia, más idolatría de sus seguidores y grupo cercano de achichincles.
Quien es tocado por el demonio del poder nunca vuelve a ser el mismo o la misma, porque despreciará a los que siempre, con todo y su evidente capacidad, se quedaron a la vera del camino pero no se interesaron por un lugar que tenían apartado en la mesa de los que gozan el poder.
Poco ha cambiado en ese sentido el mundo, el país.
La pandemia sigue en un nivel crítico, pero ya todos se adelantan a imponer la idea de que lo peor ya pasó, y que ahora sí está por ser domada, con todo y que el número de vacunas es más que raquítico, con todo y que el número de difuntos que se acumulan por día es y será preocupante, porque con una sola persona que muerta podemos saber que el contagio sigue y que lo peor no ha pasado.
Pidamos, exijamos que los dueños de los puestos de poder empiecen a actuar con el sentido único y vital de la compasión por sus prójimos, con la identificación de sus problemas a partir de que por fin adquirieron la capacidad de sentir lo que sienten sus gobernados.
Es un deseo que todos tenemos.
Mil gracias, hasta mañana.
jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico
@JavierEPeralta