MAÑANA SERÁ OTRO DÍA
“Mañana será otro día”,
me decía mi santa madre.
“Mañana será otro día”,
me decía mi padre fuerte
cuando la lluvia golpeaba,
cuando algo nos dolía,
y yo miraba el mañana
como el sol de la alegría,
como respuesta milagro
a las penas y los llantos,
a redes de peces llenas,
al verde de los maizales,
a los juegos de los niños
en el parque de mi pueblo,
y al milagro de mi cielo;
árbol repleto de estrellas,
a calles con tanta calma
que escuchaba con certeza
el rodar de los cometas
y el canto de los jilgueros
en su letanía de rezos,
en procesión de silencios
que guardo dentro del alma.
Mañana será otro día,
y era salmo y profecía
de que las sombras nocturnas
caen vencidas por las luces
que iluminan el camino,
que el dolor de lo perdido,
de la angustia que lastima,
pasará como recuerdo
de muchos días de tristeza,
de mirar desde la esquina
batas blancas y enfermeras,
mariposas que nos miran,
vacunas contra la muerte,
puertas de vida y de cantos
mientras las dudas nos muerden,
y envejecemos en horas,
y nos dicen con repiques
que la vida es un momento,
un ademán que lo mismo
es de entrada que de salida,
y a fuerza de encerrarnos
olvidamos nuestros parques,
la voz de nuestros amigos,
el tono de las canciones,
y pensamos que la vida
es un tiempo solo sombras,
en que la luna nos dice
que lo negro no es por siempre,
que en el cielo hay arcoiris,
que los ríos siguen su curso,
los peces siguen nadando,
nuestras calles nos esperan,
el bosque extraña las voces
de las familias viviendo,
que el viento anda preguntando
por los niños que le cantan
y las aves vuelan locas
de escuchar tanto silencio…
Como voz del tiempo eterno
suenan monedas de plata,
los consejos de esperanza;
“mañana será otro día”,
con canciones y huapangos,
las campanas de alegría
repicando en las iglesias,
los abrazos y las risas,
y tiraremos las llaves
de este encierro que nos ciega
en el fondo del olvido
para reiniciar la marcha,
otra vez las manos juntas,
el hombro junto al hermano,
los ojos de nuestros hijos:
brújulas de nuestros pasos,
y el amor de la esposa,
guerrera de fe y de sueños.
Y al frente de la marcha
un pescador de los siglos,
siempre cerca siempre junto,
bendiciendo a los enfermos
en hospitales de llanto,
consolando a los que extrañan,
abrazando a los que sufren,
velando por nuestras casas
y llorando con las madres
que despiden a sus hijos…
Mañana será otro día
y amanecerá la vida…
Mañana será otro día,
mañana…