DE CUERPO ENTERO

La piadosa vida de Nicolasa y Jacinto

Cuando por la tarde se ponían a ver fotos de muchos años atrás, con un suspiro profundo la Nicolasa decía casi siempre: “parece que fue ayer”; lo que seguía era ver y volver a ver las fotos de cuando se casaron, de cuando su único hijo salió de la prepa, y allí invariablemente Jacinto cerraba el álbum de fotos porque como si fuera humedad, una gran tristeza se apoderaba de su casa.

El silencio de ambos era solo una cadena de instantes de sufrimiento porque, aunque ya hubieran agotado las lágrimas y los recuerdos, esos terribles recuerdos siempre volvían agresivos.

Desde la prepa su hijo empezó a beber, y lo que parecía una gracia porque se volvía locuaz y agradable, en poco tiempo se convirtió en daño para sus padres, para la familia y para la sociedad. No pudo terminar bien la prepa porque las etapas de embriaguez eran cada vez de más días, momentos en los que Jacinto (Chinto) lo buscaba por todas partes, por todas las cantinas donde les bastaba verlo a lo lejos para decirle que estaba tirado en la calle de al lado.

Los dos padres lo llevaban al médico quien con sueros milagrosos lo recuperaba pronto; los llantos de su madre y las lágrimas de intenso dolor de Chinto poco efecto hicieron.

Cuando apenas iba a cumplir 20 años, la suerte de por sí mala se acabó para siempre. Encontraron a su hijo muerto con una asfixia que los médicos les dijeron, fue con su propio vómito.

A Jacinto no le gusta que su Nicolasa vuelva siempre a las fotos; sin embargo, con este encierro que ya casi lleva un año a veces es inevitable. Ya tiene casi 70 años y desde que el maldito COVID llegó a México tienen mucho miedo, y aunque no se lo dicen porque creen que es como llamar a la muerte, desean que si les llega a dar sea solo a uno, para que el otro lo pueda cuidar.

Jacinto es el encargado de salir por los víveres, y cobrar su raquítica pensión. El apoyo del Preciso nunca les ha llegado, porque dicen que sus actas de nacimiento están equivocadas. Pero ahora sí creen que todo va a cambiar porque las vacunas ya llegaron. 

Han estado atentos desde los simulacros del transporte de los biológicos, y de cómo con la voz entrecortada el canciller Marcelo Ebrard dijo mirando el infinito: “Sr. Presidente misión cumplida”. Chinto es bueno para los números porque en la panadería donde trabajó siempre hasta su jubilación, era el que llevaba las cuentas, y ahora que escucha tantos números de vacunas que ya casi llegaron, no le cuadran las sumas; a veces piensa que son puras mentiras, pero de inmediato se regaña a sí mismo, porque el Presidente ha asegurado con enjundia que la 4T se finca en: no robar, no mentir y no traicionar. 

Cuando supieron de la necesidad de apuntarse a la distancia para la vacuna, y que tenía que ser por la computadora, se afligieron porque no saben, la Nicolasa fue secretaria y sabe usar pero la máquina de escribir Remington, que ya ni existen. Pero como siempre existen almas caritativas, fue la hija de la vecina quien ya casi en la madrugada logró inscribirlos para que fueran de los primeros en recibir la sacrosanta vacuna. Chinto siempre más avezado en las noticias, le había dicho a su mujer que lo mejor será que si les dan a escoger prefieran la Pfizer, porque duda mucho de la china y más de la rusa que tiene nombre de cohete. Ahora que ya entrados en elección con cuánto gusto dice Jacinto recibiría la “vacuna Patria”, que según dice el Presidente, será de origen mexicano.

Nunca recibieron la notificación de lugar y fecha para la vacunación, solo se enteraron por los vecinos que al día siguiente tendría que acudir a una escuela para ser vacunados.

Muy temprano ya estaban formados en medio de una gran confusión, solo veían a soldados, pocas enfermeras y muchos jóvenes llamados: “siervos de la nación” que con chalecos guindas pululaban por todas partes. Pasaron muchas horas, y cuando finalmente llegaron y después de haber contestado muchas preguntas, y enseñar varias veces sus credenciales del INE, les dijo una enferma con el rostro asoleado y cansado: “solo nos queda una dosis”. De inmediato Chinto dijo que su mujer fuera la vacunada, y ella con la certeza que tienen las mujeres dijo con autoridad: “será mejor que te vacunen a ti, se están muriendo más los hombres”, ya sabes de nuestro acuerdo: uno debe estar sano para cuidar al otro.

Después de la vacuna que no supieron ni cuál fue, y de que les tomaron fotos a sus credenciales y a ellos sin cubrebocas, la Nicolasa con voz fuerte para que todos escucharan les espetó: “ya me tomaron fotografía, ya apuntaron mi INE, si quieren les doy mi voto de una vez por el partido de la esperanza, pero asegúrenme de que alcancaré vacuna”.

Regresaron ya tarde y con alegría a medias, Jacinto con miedo, mucho miedo porque teme por su Nicolasa que ahora sabe que está a la orilla. Sin embargo, como siempre, ella lo saco del atolladero: “si tú estás a salvo también lo estoy yo”.

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