ALFIL NEGRO

LOS QUE SE FUERON

Son tiempos de despedidas

de muchos que se han marchado,

que en una tarde  cualquiera

nos dejaron para siempre,

en esta siega de trigo

guadaña que no distingue

y se lleva sin pensarlo

al joven y al anciano,

al pobre que nada tiene,

 y al rico con su dinero,

en este coro de siglos

del miércoles de ceniza,

que nos grita y nos recuerda

que somos polvo al inicio,

y al final somos lo mismo.

Tiempos de ver la esperanza,

durmiendo frente a hospitales 

entre sueros y jeringas, 

entre rezos y sollozos,

los rezos como las alas

para volar a la vida,

para aferrarse al paisaje

donde crecimos de niños,

la madre viendo a sus hijos

mientras los pulmones fallan,

y la vida que se marcha 

en un réquiem de campanas ,

mil cirios que ya no alumbran

y flores ya sin colores …

Los vemos cómo se marchan

con su nombre y apellido,

vecinos y familiares

que ayer miramos con vida,

manos que ayer estrechamos,

voces que ayer escuchamos,

y que hoy nos enteramos

que terminaron sus días,

reloj sin tiempo ni horas

tropezando en calendarios 

que se cierran para siempre,

y una letanía de llanto

que crece vuelo en colores,

de mariposas que llevan

incensarios y misales

con oraciones que cantan

resignación y tristeza.

El cielo lleno de esquelas

de dolor por las partidas,

madres que lloran al hijo

siempre niños y pequeños,

hijos que ven que sus padres

se marchan y ya no vuelven,

y en las calles ríos amargos

de lágrimas que nos duelen

por donde navegan libres

los barquitos del recuerdo …

Y a veces lo que más duele

es ver que se van de prisa,

sin siquiera ver sus caras,

sin acariciar sus manos,

como si este mal quisiera

robarnos hasta el recuerdo 

de nuestros seres queridos…

Pero en vano tanta trampa

de dolor y de amargura,

la madre vivirá siempre

en el corazón del hijo,

el hijo siempre en su madre 

y el amigo en los amigos, 

al final en esta guerra

el amor lo vence todo,

no es el final de la vida

es sólo un nuevo camino,

al lado del navegante 

del lago de Tiberíades,

aquel que con voz de cielo

nos dijo en tarde apacible:

“soy el camino y la vida”

Y estaré con ustedes

hasta que el mundo se acabe.

Compañero de camino

en las buenas y las malas

que algo sabrá de la vida

porque él es la vida misma.

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