RETRATOS HABLADOS

Mirar, escuchar, ponerse en los zapatos de los otros

Son tiempos de prueba en el país, pero fundamentalmente de puertas abiertas para recuperar la capacidad siempre planteada por el periodista polaco Kapuscinski de ser empático con los semejantes, porque el requisito de ser una persona buena para hacer una buena labor en estos menesteres va ligado al anterior. 

Se puede “ser bueno” y hacer que no se ve lo que pasa a nuestro alrededor, fingir ignorancia, aparentar que no se tiene responsabilidad alguna porque no se vio lo sucedido. “Ser bueno” en el ejercicio periodístico poco tiene que ver con caminar por la calle como ejemplo de jefe bondadoso, padre de familia, esposo, hermano. Va más allá porque el reportero nacido en la tierra de Juan Pablo II se refería a la profesión, oficio o como cada quien quiera llamar del periodismo.

Tal vez en coincidencia con Primo Levi, el escritor italilano creador del testimonio más importante de los campos de concentración nazi, es preciso entender que, “…el hombre, el género humano, es decir, nosotros, éramos potencialmente capaces de causar una mole infinita de dolor; y que el dolor es la única fuerza que se crea de la nada, sin gasto y sin trabajo. Es suficiente no mirar, no escuchar, no hacer nada”.

La pandemia del Covid-19 no es la primera que ha padecido México, porque antes sin la vestimenta de verdugo tenebroso, estuvo al alcance de generaciones completas de políticos corruptos, que al cometer dicho delito contribuían sin duda a que la muerte de la miseria se incrementara de una manera terrible.

A lo anterior se ha sumado desde hace más de 20 años el crimen organizado que no deja pasar día sin contribuir a elevar la cifra de asesinados, uno con más o menos saña, pero al final de cuentas producto de un sistema político que no atina a dar con la salida porque parece que ésta ha desaparecido. Y a lo anterior ahora se suma el desencanto, la desilusión porque el que antes miraba y escuchaba como constante, hoy hace todo lo contrario.

Y es precisamente en esos y estos tiempos, cuando por fin redescubrimos que no mirar, no escuchar, no hacer nada, solo prepara el terreno para que la muerte cobre aún más fuerza como único eslabón claro del que nace, muere y se condena sin saber a ciencia cierta por qué o cómo.

Cada hombre y mujer de poder son simples seres humanos, dolientes por lo acontecido a lo largo de su existencia, alegres si conservan la idea de que forman parte de una clase única que manda, que ordena, que decide el futuro de otros simples seres vivientes.

Pero no es real, lo saben, y por eso solo pueden encontrar cierta guía en quien les precisa cada vez que es posible, la necesidad vital de que mirar, escuchar y hacer algo ante el panorama fantasmal que ha transitado por el país desde hace décadas y décadas, es el único camino.

Buscar el poder es algo consustancial a quienes dedican su vida al ejercicio de la política cualquiera que sea el nivel de su práctica. Qué hacer con el mismo cuando ya se tiene en las manos marca la diferencia entre política y politiquería.

Sucede lo mismo en el ejercicio periodístico cuando simplemente dejamos de mirar, escuchar y por lo tanto hacer nada.

La indiferencia conduce necesariamente a que hechos trágicos se repitan una y otra vez, al clamor de inocencia cuando sabemos que a través de ese camino es un hecho que se puede crear de la nada, sin gasto ni trabajo, el dolor.

Ser empático con un semejante es el principio del fin de esa tragedia que provoca el que no mira, no escucha, no le interesa lo que pase al prójimo.

Mil gracias, hasta mañana.

jeperalta@plazajurez.mx

@JavierEPeralta

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